martes, 14 de julio de 2009

ESENCIA Y EXISTENCIA

Los grados de potencia de nuestra esencia son, a cada momento, infinitamente más numerosos que aquellos que actuamos en la existencia. Podemos mucho más de lo que somos. Son infinitamente más numerosos los modos de ser y obrar que componen las potencialidades de nuestra esencia, que aquellos que somos y obramos en acto en nuestra existencia. A cada momento, el infinito actúa en la finitud, en tanto no hay finitud alguna sin infinito como causa.
La infinita variabilidad de las personas en la existencia, todo aquello por lo cual podemos decir que los unos somos diferentes de los otros, no es otra cosa que la expresión de los infinitos grados de potencia de nuestra esencia común.
Así como todos los seres humanos que existen y han existido, expresan la infinita diversidad de los grados de potencia de su esencia común, en cada ser humano se conservan y perseveran los infinitos grados de potencia de esa misma esencia común. Esencialmente, todos somos lo mismo, existencialmente, todos somos diferentes.
El infinito por innumerable que da origen a los modos finitos, está implicado en cada uno de ellos y eso explica la infinita diversidad de los modos finitos o individuos en la existencia. Un ser humano es todos los seres humanos, así como un gato es todos los gatos, no hay diferencia en sus esencias, éstas sólo implican el rango de potencialidades que sus existencias explican.
Conocer a los seres y las cosas por su esencia, es conocer el rango absoluto de potencialidades que los componen, siempre infinitamente mayor que aquel que efectúan en acto, es decir, que explican a lo largo de sus existencias. Es conocimiento de lo común, más allá de los avatares de la existencia individual. La individualidad no es más que un accidente de la existencia, que determina por causas siempre externas la expresión de algunos grados de potencia de la esencia, mientras descarta todos los demás.
Cuanta más individualidad se expresa en la existencia, más finitud se consolida, en detrimento de la pluralidad e infinitud de la esencia. La única manera de ser infinitos en nuestra finitud, es la de ser plurales en nuestra individualidad. La individualidad sepulta la diversidad, se construye con su olvido.
A cada instante hay en nosotros mismos infinitas criaturas diferentes de aquella es y obra, esa pluralidad oculta tras la individualidad, es nuestra propia esencia y es esencialmente prójimo. El “otro” es aquel que “yo” mismo puedo ser, es el “espectáculo” de mí mismo, mi “espectro”, el “espejo” que me refleja, mi propia “mirada” en otros ojos, mi “especie” y mi alteridad.
Conocer por la esencia, es conocer lo común y plural más allá de lo individual y propio, es fundirse con todo y con todos desde la propia esencia común y plural.
Hay un gradiente de potencialidades que configura nuestra esencia, pero la expresión de ese gradiente se hace, grado a grado, en la existencia. Las potencialidades de nuestra existencia están implicadas como grados de potencia en nuestra esencia, pero sólo se explican, es decir, se expresan, “salen” y “existen” en la duración por virtud de los avatares de la existencia.
A cada momento somos y obramos aquellas potencialidades de nuestra esencia que nuestra propia existencia explica. Conviniendo todas las esencias entre sí y no pudiendo ninguna destruir a otra, las desconveniencias y descomposiciones son un exclusivo asunto de la existencia.
Así como la esencia no es causa de existencia, la expresión de sus grados de potencia en la existencia, tampoco son causa suya, dependen de causas externas ellas mismas existentes. La existencia es la causa de la expresión de las esencias o sea, todo aquello que llega a ser es por virtud de lo que ya existe.
Las esencias perseveran, ya que pertenecen a sí mismas en el modo eternidad y se someten a las afecciones de la existencia, que pertenecen a la esencia en el modo de la instantaneidad, éstas expresan y exprimen sus grados de potencia, los hacen “salir” y “existir” a modo de afectos (afecttus), que pertenecen a la esencia en el modo de la duración. A cada instante, expresamos un grado de potencia de nuestra esencia eterna que eclipsa a todos los demás, a modo de afección instantánea o de afecto duradero.
Todo aquello que de las esencias se expresa en un determinado estado de cosas, depende más de los avatares de la existencia que de las potencialidades de la esencia, ya que en ésta constan infinitos grados de potencia, infinitas potencialidades y son las afecciones de la existencia las que seleccionan cuales se expresan y cuáles no.
Un ser humano es, esencialmente, todos los seres humanos, pero difiere de ellos existencialmente. Los seres humanos, como cualquier otra criatura, difieren entre sí por aquello que no depende de sus esencias, es decir, por sus existencias. Si por sus esencias fuera, ellos convienen absolutamente.
Conocer por la esencia es conocer por lo común, expresado o inexpresivo, es aquello que nos permite conocer la esencia de todo lo que es y obra, más allá de los avatares de su existencia. Es penetrar otros entendimientos, de los que siempre emana la satisfacción inmutable o dicha de la propia composición, por la cual los seres y las cosas son y obran. No hay allí lugar para misterios, ni paradojas, ni milagros, es ejercer un entendimiento infinito que implica y explica todos los entendimientos.
La satisfacción inmutable de otras criaturas, emanada de su propio entendimiento, sólo puede conocerse y comprenderse desde la propia satisfacción inmutable emanada del entendimiento de sí. El deseo ajeno sólo puede comprenderse desde el propio.
Quien no accede al conocimiento de su propio deseo, de la satisfacción inmutable que emana de su entendimiento por la cual es y obra, nada puede comprender de la satisfacción inmutable o dicha de otras criaturas, por la cual son y obran, es decir, perseveran en su existencia. Y donde no hay comprensión ética (etológica) de las conductas, hay juicio moral, idea inadecuada de un “bien” y un “mal” esenciales, que nos llevan a concebir (recibir) la más inadecuada de todas las ideas inadecuadas, la idea del castigo como instrumento del poder. El castigo es un recurso del poder para perpetuarse a sí mismo, perpetuando un estado de cosas que lo necesite.
Los afectos nos hacen sentir vivos, son aquello que nos pone en determinado estado de ser y obrar y pertenecen a la esencia en el modo de la duración, es decir, son grados de potencia de la esencia que duran en su expresión. Todo aquello que en nosotros dura es un afecto, nuestra duración es afectiva.
Los grados de potencia que duran en su expresión, son capacidades de la esencia que perseveran por las afecciones de la existencia. Cuando cambian las afecciones de la existencia, también cambian los grados de potencia que se expresan en la duración y la duración misma, como realidad, perfección, o continuidad indefinida en el existir, cambia.
El “yo” no es otra cosa que la cristalización de los afectos, una estructura que se erige a sí misma solidificando afectos duraderos, haciéndolos perseverantes y reduciendo la propia esencia a unos pocos grados de potencia que la expresan insistentemente. El “yo” encarcela la esencia en una individualidad existente.
Como el cincel del escultor que a fuerza de la instantaneidad repetida de los golpes le da forma a una figura, las afecciones de la existencia hacen emerger los grados de potencia de la esencia que se consolidan como afectos en la existencia. El bloque de piedra guarda en sí mismo infinitas formas, que se deshacen de a poco, golpe a golpe de cincel, hasta que toma forma la escultura, erecta sobre las ruinas de su propia potencialidad.
Conocer por la esencia es restaurar las ruinas de lo que no fue en aras de lo que es, es rescatar la infinita diversidad perdida en aras de alguna singularidad. El “yo” es, casi siempre, la pobre y limitada expresión de una esencia infinitamente potente, es la expresión finita de una esencia infinita.
La individualidad se desvanece en la medida que nos aproximamos a la esencia y se consolida y cristaliza en la medida que nos alejamos de ella. Conocer por la esencia es deshacer en la existencia aquello que la existencia misma finalmente deshará, es conocer la infinitud en la propia duración, es conocimiento en el modo eternidad.

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