lunes, 27 de julio de 2009

ESENCIA Y DICHA

Todo conocimiento de la esencia es dichoso(1), en tanto la esencia es esencialmente dicha y no hay en ella ninguna desdicha por conocer. El tercer género del conocimiento de Spinoza, el de las esencias en el modo eternidad, es conocimiento de la dicha en sí.

Siendo la esencia absolutamente dichosa, no puede provenir de ella desdicha alguna, la expresión de la esencia es siempre dicha. Toda desdicha o tristeza es el efecto (defecto) de la inexpresividad de la esencia, la desdicha es esencia in-efectuada e inexpresiva.

La dicha es un principio esencial, una condición sine qua non del origen y de la perseverancia. No marchamos hacia la dicha, marchamos en la dicha, interrumpida la dicha se interrumpe la marcha. No somos dichosos por alcanzar la virtud, alcanzamos la virtud porque somos dichosos.

Si bien la dicha o Infinita Satisfacción Inmutable implica en sí misma el origen y la perseverancia de todas las criaturas y de la Naturaleza toda en su conjunto, no es ella misma ninguna criatura, ni ninguna naturaleza en particular, así como las esencias que implican el ser de las cosas no son ellas mismas cosa alguna. Esencia y dicha son una y la misma cosa, por la cual es y obra todo lo que existe.

No hay en la Naturaleza toda ninguna finalidad dichosa, no configura ella ningún plan ideal hacia la dicha. Simplemente acontece por la dicha de su ser que es su obrar y que no le pertenece más a ella misma que a cada uno de los infinitos individuos que la componen. Como la dicha o satisfacción inmutable es esencial, cada criatura persevera en ella por la sola virtud de su conato, tendencia o apetito, que al hacerse consiente llamamos deseo. Aquello que llamamos desdicha o tristeza, no es otra cosa que inexpresividad de la esencia.

La esencia es esencialmente dicha y sus grados de potencia son grados de satisfacción inmutable, dicha o alegría. Así como la esencia depende de partes o cuerpos externos, ellos mismos existentes, para expresar su dicha en la existencia, es decir, para nacer en un cuerpo y una mente, los grados de potencia de la esencia requieren de causas externas, ellas mismas existentes, para expresar su dicha, grado a grado, en función de una cada vez mayor perfección, duración, realidad o tendencia a perseverar en la existencia, o sea, un mayor crecimiento y desarrollo dichosos.

Cuantas más cosas puede obrar un cuerpo, menos padece en la existencia(2). Nacemos en un estado de absoluta imperfección, porque nuestra esencia no es causa de nuestra existencia. Nuestra esencia dichosa se expresa en una existencia que casi nada puede obrar por sí sola, es decir, que casi todo lo padece y necesita que otro cuerpo, con otra mente, obre por ella durante mucho tiempo, permitiéndole mudar hacia una mayor perfección. Nuestra esencia ya posee todos sus grados de potencialidad dichosa, pero necesita ser efectuada externamente en la existencia, depende más que nunca de encuentros dichosos que la pongan en estado de ser y obrar, es decir, necesita vitalmente afectos de dicha que satisfagan su dicha innata, así como la satisfizo la gestación y antes de eso, la dicha de Dios en el atributo al que pertenece.

Cuando los grados de potencia de la esencia, siempre dichosos, no son efectuados externamente por la existencia misma con afectos de dicha, se demora y se detiene el crecimiento y desarrollo de nuestro cuerpo y de nuestra mente, que no son otra cosa que la expresión de nuestra esencia dichosa en la existencia. La esencia es esencialmente dicha y es absolutamente expresiva, al no poder, siempre por causas externas, expresar su dicha, experimentamos por defecto aquello que llamamos desdicha o tristeza.

Sólo es desdichado quien carece de las causas externas que expresen y expriman su esencia dichosa, nada hay en su esencia por lo que pueda padecer desdichas(3).

La esencia es absolutamente expresiva y de ella emana la dicha de su propia composición y la satisfacción inmutable de su entendimiento. La desdicha, tristeza o sufrimiento, es el modo de su inexpresividad, es el defecto de su inadecuación o desigualdad con la existencia. La inadecuación entre los grados de potencia de la esencia y las causas externas de existencia, es la génesis del error y la desdicha.

La satisfacción inmutable expresa la dicha de la propia composición, es dicha corporal, crecimiento, desarrollo, aptitud y potencia corporales, y expresa la dicha de un entendimiento de sí, idea de la dicha del propio cuerpo que derrama sobre sí mismo, sobre todos los seres y las cosas de la Naturaleza toda y sobre la Naturaleza Naturalizante como su causa, en forma de conocimiento. Conocer es ser dichoso. No somos dichosos porque conocemos, conocemos porque somos dichosos, por la dicha que excede nuestra necesidad.

Nuestro cuerpo es la reunión de partes externas y complejas, ellas mismas existentes, que configuran nuestro modo extenso y complejo en la existencia. Esas partes que nos componen en la extensión se relacionan entre sí configurando nuestro propio cuerpo, que es afectado por otros cuerpos existentes más o menos potentes, a los que a su vez afecta. Ese cuerpo, en tanto materia, posee un entendimiento de sí, que no es otra cosa que una relación determinada y característica de movimiento y reposo de las partes que lo componen (soma), partes complejas que se relacionan entre sí y partes simples en ellas implicadas en conjuntos infinitos, relacionados de modo cierto y determinado (esencia de la extensión). Del entendimiento de sí emana la infinita satisfacción inmutable o dicha de la propia composición, por la cual somos y obramos, que en su abundancia derrama en forma de conocimiento sobre todo aquello que es y obra en la Naturaleza toda y sobre la Naturaleza Naturalizante como su causa primera.

Todo el mundo o toda la vida que para cada criatura existe, es percibida (recibida) a través de su cuerpo. El mundo o la vida no son otra cosa que la sucesión y el cúmulo de afecciones de un cuerpo en la existencia(4). Para cada criatura no hay otro mundo que el que su cuerpo percibe en la existencia y recibe de ella.

Aquello que llamamos “mente”, a lo que corresponde toda forma del pensamiento, no es otra cosa que un cúmulo de ideas sobre las afecciones de nuestro propio cuerpo. Las ideas son las afecciones del propio cuerpo expresadas en un atributo diferente, el pensamiento o entendimiento de sí. A las alegrías o tristezas del cuerpo le acompañan, indefectiblemente, alegrías y tristezas de la mente, en un paralelismo absoluto.

El cuerpo, en tanto materia, tiene su propio entendimiento, que es diferente en cada una de las partes complejas que lo componen. La mente, es el entendimiento de la composición en su totalidad, del cuerpo todo como unidad funcional y de su relación con muchos otros cuerpos existentes y aún con sí misma.

Así como la Naturaleza Naturalizada toda es el conjunto infinito de seres y cosas que la componen, cada uno de los cuales posee su propio entendimiento de sí, la Naturaleza Naturalizante es el entendimiento de ese todo, es decir, la “mente” de ese todo al que llamamos vida, mundo, universo o existencia, que configura aquello a lo que llamamos Dios o Sustancia Infinita.

Entendimiento y mente, expresan grados de potencia de una misma esencia, la del pensamiento. Todo aquello que es extenso, es decir, que es real, que dura y que logra algún grado de perfección, posee un entendimiento de sí, por virtud del cual persevera en su ser y obrar. Las cosas como porciones de materia, poseen un entendimiento de sí por el cual perseveran en su ser.

El entendimiento de sí de la materia persevera hasta su mínima expresión, la molécula(5), más allá de la cual, las partes simples que la componen regresan a la infinidad y eternidad de su propia simplicidad, pura extensión, movimiento y reposo infinitos, composición al infinito e infinita satisfacción inmutable o eternidad. La molécula deshecha, pierde las relaciones características que hacían de ella aquello que era, duraba y existía, y sus componentes regresan a la indeterminación de la simplicidad eterna, movimiento y reposo infinitos. La molécula ya no efectúa esencia alguna y se deshace en la in-esencialidad y eternidad de sus partes simples, mientras la esencia que efectuaba, ahora inefectiva, regresa al atributo al que pertenece en el entendimiento infinito de la Naturaleza Naturalizante.

Habrá quien diga que la esencia se deshace tal cual se deshacen las partes externas que efectuaban su relación característica, es decir, habrá quien sostenga que no hay esencias eternas. Entonces, ¿cómo se explica que al destruirse una molécula de carbón y con ella la esencia que efectuaba, no se destruyan ipso facto, todas las moléculas de carbón existentes?(6)

Habrá también quien diga, que no hay esencia alguna, que la molécula de carbón es por la simple agregación de las partes que la componen según leyes físicas universales y sin necesidad de ninguna esencia. Entonces, ¿dónde ubicar esas “leyes físicas universales”, si no es en alguna esencia de esa cosa llamada carbón?

Quien ni siquiera conciba esas “leyes físicas universales”, estará postulando una teoría del infinito azar o caos universal, por virtud de la cual esa cosa llamada carbón llega a ser, aleatoria y azarosamente, aquello que es, y deberá demostrarlo. Si así lo hiciera y concibiera una ley que justifique el caos, paradójicamente estaría demostrando su inexistencia.

La descomposición de una existencia en nada afecta a la esencia que efectuaba, las esencias son eternas y comunes, condición sine qua non para la existencia de infinitas criaturas de igual naturaleza. No hay esencias singulares, la singularidad es un fenómeno de la existencia, no obstante, el problema de la singularidad, individuación o propiedad de las esencias de modo, es muy complejo y suscita discusiones, por lo que lo dejaremos para tratarlo en otro lado.

La esencia posee ella misma, en el modo de la eternidad, todas las maravillas que en sus infinitos modos existentes se expresan, así como su inexpresividad o inadecuación en la existencia, es la causa de todas los errores y desdichas que sus modos existentes también expresan.

La desdicha, sufrimiento o tristeza es la imposibilidad de expresión de la esencia dichosa y responde, a causas externas ellas mismas existentes, que la mantienen inexpresiva e inadecuada. Esas causas externas son los malos encuentros y las pasiones tristes.

La esencia no se expresa por causa suya, no es causa de sí, ni de su existencia, es expresada (exprimida) y “sale” de su mismidad dichosa y eterna por virtud de causas externas, ellas mismas existentes, que la afectan dichosamente, es decir, un buen encuentro o una pasión alegre. Las verdaderas afecciones de la esencia, aquellas que la expresan en sus grados de potencia, que la adecúan e igualan a la existencia, son las afecciones dichosas y los buenos encuentros. En tanto ella misma es dicha plena de ser y obrar, no puede ser expresada ni exprimida por pasiones tristes, que para ella, no existen. El efecto de las pasiones tristes, aquello que llamamos tristeza o impotencia y que son propias de la existencia, es precisamente la inexpresividad de la esencia, la imposibilidad de avanzar en la expresión de los grados de potencia dichosos de la esencia.

Se es esencialmente dichoso y toda desdicha o tristeza es de naturaleza existencial. En rigor de verdad, sólo existen los afectos de dicha, las pasiones dichosas. Los “afectos” de desdicha o tristeza, las pasiones tristes, son en realidad defectos, inexpresividad, inadecuación o desigualdad de la esencia dichosa en la existencia.

Toda pasión dichosa o alegría, expresa o exprime de la esencia un mayor grado de potencia, es decir, una mayor realidad, perfección o capacidad de perseverar en la existencia. Toda pasión desdichada o tristeza, no expresa ni exprime de la esencia ningún grado de potencia, es decir, es impotencia expresiva o inexpresividad esencial, inadecuación o desigualdad con la existencia.

La esencia es afectada y expresada por todo aquello que tiene en común con la existencia, ya que esencia y existencia sólo tienen en común idénticas relaciones características, y siendo ella misma esencialmente dicha, sólo es afectada y expresada por relaciones dichosas, las afecciones dichosas y las pasiones alegres de la existencia. La desdicha o tristeza es la exacta medida de la inexpresividad de la esencia y de su inequidad con la existencia.

Así como la verdad es causa de sí y de todo lo falso(7)), la dicha es causa de sí y de todas las desdichas. Error y desdicha, son una y la misma cosa, en tanto expresan la inadecuación o desigualdad entre una esencia y su expresión en la existencia. El error es desdicha y la desdicha es error, es decir, erramos por desconocimiento o ignorancia, que no es otra cosa que carencia de dicha que nos permita conocer y comprender, y el error que la ignorancia nos produce es fuente de desdicha en la existencia.

La esencia pasa a la existencia por la composición de partes o cuerpos externos, ellos mismos existentes, que expresan sus mismas relaciones características. Pasar a la existencia es un hecho de absoluta adecuación y equidad entre esencia y existencia. Nacer es un hecho dichoso, en tanto implica la absoluta adecuación o igualdad entre la esencia dichosa y la existencia que la expresa.

La ecuación “esencia=existencia” es la verdad y la dicha plena, todo error y toda desdicha o sufrimiento surgen de su inadecuación, desigualdad o inequidad.

(1)Ética V, proposición XXXII,"con todo lo que entendemos mediante el tercer género del conocimiento nos deleitamos..."
(2)Ética IV, proposición XXXVIII, demostración,E V, proposición XXXIX y XL, demostración.
(3)Ética II, proposición IV y demostración.
(4)Ética II, proposición XXVI y demostración.
(5)Porción mínima de materia que conserva las propiedades del todo.
(6)Ética I, proposición XVII, final del Escolio.
(7)Ética II,proposición XLIII,Escolio.

2 comentarios:

  1. Estimado Carlos:

    Estoy de acuerdo con las interpretaciones que haces en tu blog. Sin embargo quisiera proponerte una perspectiva diferente acerca del conocimiento de primer tipo. Quisiera que me dejaras saber lo que piensas.
    Tu planteas aquí una especie de jerarquía progresiva que va de la “cárcel de mismidad” del conocimiento imaginario, a la comunión esencial. Creo que para Spinoza cualquier jerarquía resulta antipática. El conocimiento imaginario es tan importante como los otros dos. Es también un conocimiento de relación, aunque confusa, que nos proporciona datos importantísimos y abundantes acerca de nuestra unicidad. Creo que es por ello que Spinoza recomienda que nos expongamos al contacto con innumerables cuerpos: las comidas agradables, la música, el teatro y el juego, de manera de “alimentar” las infinitas y variadas partes de nuestro Cuerpo (Libro IV P XLV Escolio). Por supuesto, este conocimiento debe ser comprendido “bajo una cierta eternidad”, de manera que no nos encerremos en él como si lo que nos aporta fuera una verdad absoluta. Lo que creo que Spinoza sugiere es que usemos la “potencia imaginativa” de manera virtuosa, sin caer en el error de no entender lo que en ella corresponde con “nuestra sola naturaleza”, y que de esa manera se convierta en una facultad “libre” (Libro II PXVII Escolio). Según esta perspectiva, habría acceder a todas las formas de conocimiento por igual, usándolas todas “sabiamente” para ser dichosos.

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  2. Estimado Hakin:
    Estamos de acuerdo que para Spinoza cualquier jerarquía resulta antipática, pero creo que no se trata de jerarquizar, sino de comprender. Vos decís que "el conocimiento imaginario es tan importante como los otros dos", creo que estás hablando de la imaginación como virtud, no de la imaginación como padecimiento. Decís también que "Spinoza sugiere que usemos la potencia imaginativa de manera virtuosa para que se transforme en una facultad libre", ahí está precisamente la cosa. La imaginación es inevitable, nacemos con ella y vivimos mucho tiempo en ella, pero esa imaginación como recurso natural que nos es dado, no es una facultad libre, en tanto "el que imagina, no yerra porque imagina, yerra porque carece de una idea que excluya aquello que imagina", es decir, no actúa su facultad de imaginar sino que padece su propia imaginación. Si imaginamos con clara conciencia de que estamos imaginando, esa es una virtud y una facultad libre.
    Te agradezco mucho tu comentario y espero tu respuesta al mío. Te podés conectar conmigo a spinozahoy@gmail.com
    Un abrazo, Carlos Mendes

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