Todo conocimiento de la esencia es dichoso(1), en tanto la esencia es esencialmente dicha y no hay en ella ninguna desdicha por conocer. El tercer género del conocimiento de Spinoza, el de las esencias en el modo eternidad, es conocimiento de la dicha en sí.
Siendo la esencia absolutamente dichosa, no puede provenir de ella desdicha alguna, la expresión de la esencia es siempre dicha. Toda desdicha o tristeza es el efecto (defecto) de la inexpresividad de la esencia, la desdicha es esencia in-efectuada e inexpresiva.
La dicha es un principio esencial, una condición sine qua non del origen y de la perseverancia. No marchamos hacia la dicha, marchamos en la dicha, interrumpida la dicha se interrumpe la marcha. No somos dichosos por alcanzar la virtud, alcanzamos la virtud porque somos dichosos.
Si bien la dicha o Infinita Satisfacción Inmutable implica en sí misma el origen y la perseverancia de todas las criaturas y de la Naturaleza toda en su conjunto, no es ella misma ninguna criatura, ni ninguna naturaleza en particular, así como las esencias que implican el ser de las cosas no son ellas mismas cosa alguna. Esencia y dicha son una y la misma cosa, por la cual es y obra todo lo que existe.
No hay en la Naturaleza toda ninguna finalidad dichosa, no configura ella ningún plan ideal hacia la dicha. Simplemente acontece por la dicha de su ser que es su obrar y que no le pertenece más a ella misma que a cada uno de los infinitos individuos que la componen. Como la dicha o satisfacción inmutable es esencial, cada criatura persevera en ella por la sola virtud de su conato, tendencia o apetito, que al hacerse consiente llamamos deseo. Aquello que llamamos desdicha o tristeza, no es otra cosa que inexpresividad de la esencia.
La esencia es esencialmente dicha y sus grados de potencia son grados de satisfacción inmutable, dicha o alegría. Así como la esencia depende de partes o cuerpos externos, ellos mismos existentes, para expresar su dicha en la existencia, es decir, para nacer en un cuerpo y una mente, los grados de potencia de la esencia requieren de causas externas, ellas mismas existentes, para expresar su dicha, grado a grado, en función de una cada vez mayor perfección, duración, realidad o tendencia a perseverar en la existencia, o sea, un mayor crecimiento y desarrollo dichosos.
Cuantas más cosas puede obrar un cuerpo, menos padece en la existencia(2). Nacemos en un estado de absoluta imperfección, porque nuestra esencia no es causa de nuestra existencia. Nuestra esencia dichosa se expresa en una existencia que casi nada puede obrar por sí sola, es decir, que casi todo lo padece y necesita que otro cuerpo, con otra mente, obre por ella durante mucho tiempo, permitiéndole mudar hacia una mayor perfección. Nuestra esencia ya posee todos sus grados de potencialidad dichosa, pero necesita ser efectuada externamente en la existencia, depende más que nunca de encuentros dichosos que la pongan en estado de ser y obrar, es decir, necesita vitalmente afectos de dicha que satisfagan su dicha innata, así como la satisfizo la gestación y antes de eso, la dicha de Dios en el atributo al que pertenece.
Cuando los grados de potencia de la esencia, siempre dichosos, no son efectuados externamente por la existencia misma con afectos de dicha, se demora y se detiene el crecimiento y desarrollo de nuestro cuerpo y de nuestra mente, que no son otra cosa que la expresión de nuestra esencia dichosa en la existencia. La esencia es esencialmente dicha y es absolutamente expresiva, al no poder, siempre por causas externas, expresar su dicha, experimentamos por defecto aquello que llamamos desdicha o tristeza.
Sólo es desdichado quien carece de las causas externas que expresen y expriman su esencia dichosa, nada hay en su esencia por lo que pueda padecer desdichas(3).
La esencia es absolutamente expresiva y de ella emana la dicha de su propia composición y la satisfacción inmutable de su entendimiento. La desdicha, tristeza o sufrimiento, es el modo de su inexpresividad, es el defecto de su inadecuación o desigualdad con la existencia. La inadecuación entre los grados de potencia de la esencia y las causas externas de existencia, es la génesis del error y la desdicha.
La satisfacción inmutable expresa la dicha de la propia composición, es dicha corporal, crecimiento, desarrollo, aptitud y potencia corporales, y expresa la dicha de un entendimiento de sí, idea de la dicha del propio cuerpo que derrama sobre sí mismo, sobre todos los seres y las cosas de la Naturaleza toda y sobre la Naturaleza Naturalizante como su causa, en forma de conocimiento. Conocer es ser dichoso. No somos dichosos porque conocemos, conocemos porque somos dichosos, por la dicha que excede nuestra necesidad.
Nuestro cuerpo es la reunión de partes externas y complejas, ellas mismas existentes, que configuran nuestro modo extenso y complejo en la existencia. Esas partes que nos componen en la extensión se relacionan entre sí configurando nuestro propio cuerpo, que es afectado por otros cuerpos existentes más o menos potentes, a los que a su vez afecta. Ese cuerpo, en tanto materia, posee un entendimiento de sí, que no es otra cosa que una relación determinada y característica de movimiento y reposo de las partes que lo componen (soma), partes complejas que se relacionan entre sí y partes simples en ellas implicadas en conjuntos infinitos, relacionados de modo cierto y determinado (esencia de la extensión). Del entendimiento de sí emana la infinita satisfacción inmutable o dicha de la propia composición, por la cual somos y obramos, que en su abundancia derrama en forma de conocimiento sobre todo aquello que es y obra en la Naturaleza toda y sobre la Naturaleza Naturalizante como su causa primera.
Todo el mundo o toda la vida que para cada criatura existe, es percibida (recibida) a través de su cuerpo. El mundo o la vida no son otra cosa que la sucesión y el cúmulo de afecciones de un cuerpo en la existencia(4). Para cada criatura no hay otro mundo que el que su cuerpo percibe en la existencia y recibe de ella.
Aquello que llamamos “mente”, a lo que corresponde toda forma del pensamiento, no es otra cosa que un cúmulo de ideas sobre las afecciones de nuestro propio cuerpo. Las ideas son las afecciones del propio cuerpo expresadas en un atributo diferente, el pensamiento o entendimiento de sí. A las alegrías o tristezas del cuerpo le acompañan, indefectiblemente, alegrías y tristezas de la mente, en un paralelismo absoluto.
El cuerpo, en tanto materia, tiene su propio entendimiento, que es diferente en cada una de las partes complejas que lo componen. La mente, es el entendimiento de la composición en su totalidad, del cuerpo todo como unidad funcional y de su relación con muchos otros cuerpos existentes y aún con sí misma.
Así como la Naturaleza Naturalizada toda es el conjunto infinito de seres y cosas que la componen, cada uno de los cuales posee su propio entendimiento de sí, la Naturaleza Naturalizante es el entendimiento de ese todo, es decir, la “mente” de ese todo al que llamamos vida, mundo, universo o existencia, que configura aquello a lo que llamamos Dios o Sustancia Infinita.
Entendimiento y mente, expresan grados de potencia de una misma esencia, la del pensamiento. Todo aquello que es extenso, es decir, que es real, que dura y que logra algún grado de perfección, posee un entendimiento de sí, por virtud del cual persevera en su ser y obrar. Las cosas como porciones de materia, poseen un entendimiento de sí por el cual perseveran en su ser.
El entendimiento de sí de la materia persevera hasta su mínima expresión, la molécula(5), más allá de la cual, las partes simples que la componen regresan a la infinidad y eternidad de su propia simplicidad, pura extensión, movimiento y reposo infinitos, composición al infinito e infinita satisfacción inmutable o eternidad. La molécula deshecha, pierde las relaciones características que hacían de ella aquello que era, duraba y existía, y sus componentes regresan a la indeterminación de la simplicidad eterna, movimiento y reposo infinitos. La molécula ya no efectúa esencia alguna y se deshace en la in-esencialidad y eternidad de sus partes simples, mientras la esencia que efectuaba, ahora inefectiva, regresa al atributo al que pertenece en el entendimiento infinito de la Naturaleza Naturalizante.
Habrá quien diga que la esencia se deshace tal cual se deshacen las partes externas que efectuaban su relación característica, es decir, habrá quien sostenga que no hay esencias eternas. Entonces, ¿cómo se explica que al destruirse una molécula de carbón y con ella la esencia que efectuaba, no se destruyan ipso facto, todas las moléculas de carbón existentes?(6)
Habrá también quien diga, que no hay esencia alguna, que la molécula de carbón es por la simple agregación de las partes que la componen según leyes físicas universales y sin necesidad de ninguna esencia. Entonces, ¿dónde ubicar esas “leyes físicas universales”, si no es en alguna esencia de esa cosa llamada carbón?
Quien ni siquiera conciba esas “leyes físicas universales”, estará postulando una teoría del infinito azar o caos universal, por virtud de la cual esa cosa llamada carbón llega a ser, aleatoria y azarosamente, aquello que es, y deberá demostrarlo. Si así lo hiciera y concibiera una ley que justifique el caos, paradójicamente estaría demostrando su inexistencia.
La descomposición de una existencia en nada afecta a la esencia que efectuaba, las esencias son eternas y comunes, condición sine qua non para la existencia de infinitas criaturas de igual naturaleza. No hay esencias singulares, la singularidad es un fenómeno de la existencia, no obstante, el problema de la singularidad, individuación o propiedad de las esencias de modo, es muy complejo y suscita discusiones, por lo que lo dejaremos para tratarlo en otro lado.
La esencia posee ella misma, en el modo de la eternidad, todas las maravillas que en sus infinitos modos existentes se expresan, así como su inexpresividad o inadecuación en la existencia, es la causa de todas los errores y desdichas que sus modos existentes también expresan.
La desdicha, sufrimiento o tristeza es la imposibilidad de expresión de la esencia dichosa y responde, a causas externas ellas mismas existentes, que la mantienen inexpresiva e inadecuada. Esas causas externas son los malos encuentros y las pasiones tristes.
La esencia no se expresa por causa suya, no es causa de sí, ni de su existencia, es expresada (exprimida) y “sale” de su mismidad dichosa y eterna por virtud de causas externas, ellas mismas existentes, que la afectan dichosamente, es decir, un buen encuentro o una pasión alegre. Las verdaderas afecciones de la esencia, aquellas que la expresan en sus grados de potencia, que la adecúan e igualan a la existencia, son las afecciones dichosas y los buenos encuentros. En tanto ella misma es dicha plena de ser y obrar, no puede ser expresada ni exprimida por pasiones tristes, que para ella, no existen. El efecto de las pasiones tristes, aquello que llamamos tristeza o impotencia y que son propias de la existencia, es precisamente la inexpresividad de la esencia, la imposibilidad de avanzar en la expresión de los grados de potencia dichosos de la esencia.
Se es esencialmente dichoso y toda desdicha o tristeza es de naturaleza existencial. En rigor de verdad, sólo existen los afectos de dicha, las pasiones dichosas. Los “afectos” de desdicha o tristeza, las pasiones tristes, son en realidad defectos, inexpresividad, inadecuación o desigualdad de la esencia dichosa en la existencia.
Toda pasión dichosa o alegría, expresa o exprime de la esencia un mayor grado de potencia, es decir, una mayor realidad, perfección o capacidad de perseverar en la existencia. Toda pasión desdichada o tristeza, no expresa ni exprime de la esencia ningún grado de potencia, es decir, es impotencia expresiva o inexpresividad esencial, inadecuación o desigualdad con la existencia.
La esencia es afectada y expresada por todo aquello que tiene en común con la existencia, ya que esencia y existencia sólo tienen en común idénticas relaciones características, y siendo ella misma esencialmente dicha, sólo es afectada y expresada por relaciones dichosas, las afecciones dichosas y las pasiones alegres de la existencia. La desdicha o tristeza es la exacta medida de la inexpresividad de la esencia y de su inequidad con la existencia.
Así como la verdad es causa de sí y de todo lo falso(7)), la dicha es causa de sí y de todas las desdichas. Error y desdicha, son una y la misma cosa, en tanto expresan la inadecuación o desigualdad entre una esencia y su expresión en la existencia. El error es desdicha y la desdicha es error, es decir, erramos por desconocimiento o ignorancia, que no es otra cosa que carencia de dicha que nos permita conocer y comprender, y el error que la ignorancia nos produce es fuente de desdicha en la existencia.
La esencia pasa a la existencia por la composición de partes o cuerpos externos, ellos mismos existentes, que expresan sus mismas relaciones características. Pasar a la existencia es un hecho de absoluta adecuación y equidad entre esencia y existencia. Nacer es un hecho dichoso, en tanto implica la absoluta adecuación o igualdad entre la esencia dichosa y la existencia que la expresa.
La ecuación “esencia=existencia” es la verdad y la dicha plena, todo error y toda desdicha o sufrimiento surgen de su inadecuación, desigualdad o inequidad.
(1)Ética V, proposición XXXII,"con todo lo que entendemos mediante el tercer género del conocimiento nos deleitamos..."
(2)Ética IV, proposición XXXVIII, demostración,E V, proposición XXXIX y XL, demostración.
(3)Ética II, proposición IV y demostración.
(4)Ética II, proposición XXVI y demostración.
(5)Porción mínima de materia que conserva las propiedades del todo.
(6)Ética I, proposición XVII, final del Escolio.
(7)Ética II,proposición XLIII,Escolio.
lunes, 27 de julio de 2009
martes, 14 de julio de 2009
ESENCIA Y EXISTENCIA
Los grados de potencia de nuestra esencia son, a cada momento, infinitamente más numerosos que aquellos que actuamos en la existencia. Podemos mucho más de lo que somos. Son infinitamente más numerosos los modos de ser y obrar que componen las potencialidades de nuestra esencia, que aquellos que somos y obramos en acto en nuestra existencia. A cada momento, el infinito actúa en la finitud, en tanto no hay finitud alguna sin infinito como causa.
La infinita variabilidad de las personas en la existencia, todo aquello por lo cual podemos decir que los unos somos diferentes de los otros, no es otra cosa que la expresión de los infinitos grados de potencia de nuestra esencia común.
Así como todos los seres humanos que existen y han existido, expresan la infinita diversidad de los grados de potencia de su esencia común, en cada ser humano se conservan y perseveran los infinitos grados de potencia de esa misma esencia común. Esencialmente, todos somos lo mismo, existencialmente, todos somos diferentes.
El infinito por innumerable que da origen a los modos finitos, está implicado en cada uno de ellos y eso explica la infinita diversidad de los modos finitos o individuos en la existencia. Un ser humano es todos los seres humanos, así como un gato es todos los gatos, no hay diferencia en sus esencias, éstas sólo implican el rango de potencialidades que sus existencias explican.
Conocer a los seres y las cosas por su esencia, es conocer el rango absoluto de potencialidades que los componen, siempre infinitamente mayor que aquel que efectúan en acto, es decir, que explican a lo largo de sus existencias. Es conocimiento de lo común, más allá de los avatares de la existencia individual. La individualidad no es más que un accidente de la existencia, que determina por causas siempre externas la expresión de algunos grados de potencia de la esencia, mientras descarta todos los demás.
Cuanta más individualidad se expresa en la existencia, más finitud se consolida, en detrimento de la pluralidad e infinitud de la esencia. La única manera de ser infinitos en nuestra finitud, es la de ser plurales en nuestra individualidad. La individualidad sepulta la diversidad, se construye con su olvido.
A cada instante hay en nosotros mismos infinitas criaturas diferentes de aquella es y obra, esa pluralidad oculta tras la individualidad, es nuestra propia esencia y es esencialmente prójimo. El “otro” es aquel que “yo” mismo puedo ser, es el “espectáculo” de mí mismo, mi “espectro”, el “espejo” que me refleja, mi propia “mirada” en otros ojos, mi “especie” y mi alteridad.
Conocer por la esencia, es conocer lo común y plural más allá de lo individual y propio, es fundirse con todo y con todos desde la propia esencia común y plural.
Hay un gradiente de potencialidades que configura nuestra esencia, pero la expresión de ese gradiente se hace, grado a grado, en la existencia. Las potencialidades de nuestra existencia están implicadas como grados de potencia en nuestra esencia, pero sólo se explican, es decir, se expresan, “salen” y “existen” en la duración por virtud de los avatares de la existencia.
A cada momento somos y obramos aquellas potencialidades de nuestra esencia que nuestra propia existencia explica. Conviniendo todas las esencias entre sí y no pudiendo ninguna destruir a otra, las desconveniencias y descomposiciones son un exclusivo asunto de la existencia.
Así como la esencia no es causa de existencia, la expresión de sus grados de potencia en la existencia, tampoco son causa suya, dependen de causas externas ellas mismas existentes. La existencia es la causa de la expresión de las esencias o sea, todo aquello que llega a ser es por virtud de lo que ya existe.
Las esencias perseveran, ya que pertenecen a sí mismas en el modo eternidad y se someten a las afecciones de la existencia, que pertenecen a la esencia en el modo de la instantaneidad, éstas expresan y exprimen sus grados de potencia, los hacen “salir” y “existir” a modo de afectos (afecttus), que pertenecen a la esencia en el modo de la duración. A cada instante, expresamos un grado de potencia de nuestra esencia eterna que eclipsa a todos los demás, a modo de afección instantánea o de afecto duradero.
Todo aquello que de las esencias se expresa en un determinado estado de cosas, depende más de los avatares de la existencia que de las potencialidades de la esencia, ya que en ésta constan infinitos grados de potencia, infinitas potencialidades y son las afecciones de la existencia las que seleccionan cuales se expresan y cuáles no.
Un ser humano es, esencialmente, todos los seres humanos, pero difiere de ellos existencialmente. Los seres humanos, como cualquier otra criatura, difieren entre sí por aquello que no depende de sus esencias, es decir, por sus existencias. Si por sus esencias fuera, ellos convienen absolutamente.
Conocer por la esencia es conocer por lo común, expresado o inexpresivo, es aquello que nos permite conocer la esencia de todo lo que es y obra, más allá de los avatares de su existencia. Es penetrar otros entendimientos, de los que siempre emana la satisfacción inmutable o dicha de la propia composición, por la cual los seres y las cosas son y obran. No hay allí lugar para misterios, ni paradojas, ni milagros, es ejercer un entendimiento infinito que implica y explica todos los entendimientos.
La satisfacción inmutable de otras criaturas, emanada de su propio entendimiento, sólo puede conocerse y comprenderse desde la propia satisfacción inmutable emanada del entendimiento de sí. El deseo ajeno sólo puede comprenderse desde el propio.
Quien no accede al conocimiento de su propio deseo, de la satisfacción inmutable que emana de su entendimiento por la cual es y obra, nada puede comprender de la satisfacción inmutable o dicha de otras criaturas, por la cual son y obran, es decir, perseveran en su existencia. Y donde no hay comprensión ética (etológica) de las conductas, hay juicio moral, idea inadecuada de un “bien” y un “mal” esenciales, que nos llevan a concebir (recibir) la más inadecuada de todas las ideas inadecuadas, la idea del castigo como instrumento del poder. El castigo es un recurso del poder para perpetuarse a sí mismo, perpetuando un estado de cosas que lo necesite.
Los afectos nos hacen sentir vivos, son aquello que nos pone en determinado estado de ser y obrar y pertenecen a la esencia en el modo de la duración, es decir, son grados de potencia de la esencia que duran en su expresión. Todo aquello que en nosotros dura es un afecto, nuestra duración es afectiva.
Los grados de potencia que duran en su expresión, son capacidades de la esencia que perseveran por las afecciones de la existencia. Cuando cambian las afecciones de la existencia, también cambian los grados de potencia que se expresan en la duración y la duración misma, como realidad, perfección, o continuidad indefinida en el existir, cambia.
El “yo” no es otra cosa que la cristalización de los afectos, una estructura que se erige a sí misma solidificando afectos duraderos, haciéndolos perseverantes y reduciendo la propia esencia a unos pocos grados de potencia que la expresan insistentemente. El “yo” encarcela la esencia en una individualidad existente.
Como el cincel del escultor que a fuerza de la instantaneidad repetida de los golpes le da forma a una figura, las afecciones de la existencia hacen emerger los grados de potencia de la esencia que se consolidan como afectos en la existencia. El bloque de piedra guarda en sí mismo infinitas formas, que se deshacen de a poco, golpe a golpe de cincel, hasta que toma forma la escultura, erecta sobre las ruinas de su propia potencialidad.
Conocer por la esencia es restaurar las ruinas de lo que no fue en aras de lo que es, es rescatar la infinita diversidad perdida en aras de alguna singularidad. El “yo” es, casi siempre, la pobre y limitada expresión de una esencia infinitamente potente, es la expresión finita de una esencia infinita.
La individualidad se desvanece en la medida que nos aproximamos a la esencia y se consolida y cristaliza en la medida que nos alejamos de ella. Conocer por la esencia es deshacer en la existencia aquello que la existencia misma finalmente deshará, es conocer la infinitud en la propia duración, es conocimiento en el modo eternidad.
La infinita variabilidad de las personas en la existencia, todo aquello por lo cual podemos decir que los unos somos diferentes de los otros, no es otra cosa que la expresión de los infinitos grados de potencia de nuestra esencia común.
Así como todos los seres humanos que existen y han existido, expresan la infinita diversidad de los grados de potencia de su esencia común, en cada ser humano se conservan y perseveran los infinitos grados de potencia de esa misma esencia común. Esencialmente, todos somos lo mismo, existencialmente, todos somos diferentes.
El infinito por innumerable que da origen a los modos finitos, está implicado en cada uno de ellos y eso explica la infinita diversidad de los modos finitos o individuos en la existencia. Un ser humano es todos los seres humanos, así como un gato es todos los gatos, no hay diferencia en sus esencias, éstas sólo implican el rango de potencialidades que sus existencias explican.
Conocer a los seres y las cosas por su esencia, es conocer el rango absoluto de potencialidades que los componen, siempre infinitamente mayor que aquel que efectúan en acto, es decir, que explican a lo largo de sus existencias. Es conocimiento de lo común, más allá de los avatares de la existencia individual. La individualidad no es más que un accidente de la existencia, que determina por causas siempre externas la expresión de algunos grados de potencia de la esencia, mientras descarta todos los demás.
Cuanta más individualidad se expresa en la existencia, más finitud se consolida, en detrimento de la pluralidad e infinitud de la esencia. La única manera de ser infinitos en nuestra finitud, es la de ser plurales en nuestra individualidad. La individualidad sepulta la diversidad, se construye con su olvido.
A cada instante hay en nosotros mismos infinitas criaturas diferentes de aquella es y obra, esa pluralidad oculta tras la individualidad, es nuestra propia esencia y es esencialmente prójimo. El “otro” es aquel que “yo” mismo puedo ser, es el “espectáculo” de mí mismo, mi “espectro”, el “espejo” que me refleja, mi propia “mirada” en otros ojos, mi “especie” y mi alteridad.
Conocer por la esencia, es conocer lo común y plural más allá de lo individual y propio, es fundirse con todo y con todos desde la propia esencia común y plural.
Hay un gradiente de potencialidades que configura nuestra esencia, pero la expresión de ese gradiente se hace, grado a grado, en la existencia. Las potencialidades de nuestra existencia están implicadas como grados de potencia en nuestra esencia, pero sólo se explican, es decir, se expresan, “salen” y “existen” en la duración por virtud de los avatares de la existencia.
A cada momento somos y obramos aquellas potencialidades de nuestra esencia que nuestra propia existencia explica. Conviniendo todas las esencias entre sí y no pudiendo ninguna destruir a otra, las desconveniencias y descomposiciones son un exclusivo asunto de la existencia.
Así como la esencia no es causa de existencia, la expresión de sus grados de potencia en la existencia, tampoco son causa suya, dependen de causas externas ellas mismas existentes. La existencia es la causa de la expresión de las esencias o sea, todo aquello que llega a ser es por virtud de lo que ya existe.
Las esencias perseveran, ya que pertenecen a sí mismas en el modo eternidad y se someten a las afecciones de la existencia, que pertenecen a la esencia en el modo de la instantaneidad, éstas expresan y exprimen sus grados de potencia, los hacen “salir” y “existir” a modo de afectos (afecttus), que pertenecen a la esencia en el modo de la duración. A cada instante, expresamos un grado de potencia de nuestra esencia eterna que eclipsa a todos los demás, a modo de afección instantánea o de afecto duradero.
Todo aquello que de las esencias se expresa en un determinado estado de cosas, depende más de los avatares de la existencia que de las potencialidades de la esencia, ya que en ésta constan infinitos grados de potencia, infinitas potencialidades y son las afecciones de la existencia las que seleccionan cuales se expresan y cuáles no.
Un ser humano es, esencialmente, todos los seres humanos, pero difiere de ellos existencialmente. Los seres humanos, como cualquier otra criatura, difieren entre sí por aquello que no depende de sus esencias, es decir, por sus existencias. Si por sus esencias fuera, ellos convienen absolutamente.
Conocer por la esencia es conocer por lo común, expresado o inexpresivo, es aquello que nos permite conocer la esencia de todo lo que es y obra, más allá de los avatares de su existencia. Es penetrar otros entendimientos, de los que siempre emana la satisfacción inmutable o dicha de la propia composición, por la cual los seres y las cosas son y obran. No hay allí lugar para misterios, ni paradojas, ni milagros, es ejercer un entendimiento infinito que implica y explica todos los entendimientos.
La satisfacción inmutable de otras criaturas, emanada de su propio entendimiento, sólo puede conocerse y comprenderse desde la propia satisfacción inmutable emanada del entendimiento de sí. El deseo ajeno sólo puede comprenderse desde el propio.
Quien no accede al conocimiento de su propio deseo, de la satisfacción inmutable que emana de su entendimiento por la cual es y obra, nada puede comprender de la satisfacción inmutable o dicha de otras criaturas, por la cual son y obran, es decir, perseveran en su existencia. Y donde no hay comprensión ética (etológica) de las conductas, hay juicio moral, idea inadecuada de un “bien” y un “mal” esenciales, que nos llevan a concebir (recibir) la más inadecuada de todas las ideas inadecuadas, la idea del castigo como instrumento del poder. El castigo es un recurso del poder para perpetuarse a sí mismo, perpetuando un estado de cosas que lo necesite.
Los afectos nos hacen sentir vivos, son aquello que nos pone en determinado estado de ser y obrar y pertenecen a la esencia en el modo de la duración, es decir, son grados de potencia de la esencia que duran en su expresión. Todo aquello que en nosotros dura es un afecto, nuestra duración es afectiva.
Los grados de potencia que duran en su expresión, son capacidades de la esencia que perseveran por las afecciones de la existencia. Cuando cambian las afecciones de la existencia, también cambian los grados de potencia que se expresan en la duración y la duración misma, como realidad, perfección, o continuidad indefinida en el existir, cambia.
El “yo” no es otra cosa que la cristalización de los afectos, una estructura que se erige a sí misma solidificando afectos duraderos, haciéndolos perseverantes y reduciendo la propia esencia a unos pocos grados de potencia que la expresan insistentemente. El “yo” encarcela la esencia en una individualidad existente.
Como el cincel del escultor que a fuerza de la instantaneidad repetida de los golpes le da forma a una figura, las afecciones de la existencia hacen emerger los grados de potencia de la esencia que se consolidan como afectos en la existencia. El bloque de piedra guarda en sí mismo infinitas formas, que se deshacen de a poco, golpe a golpe de cincel, hasta que toma forma la escultura, erecta sobre las ruinas de su propia potencialidad.
Conocer por la esencia es restaurar las ruinas de lo que no fue en aras de lo que es, es rescatar la infinita diversidad perdida en aras de alguna singularidad. El “yo” es, casi siempre, la pobre y limitada expresión de una esencia infinitamente potente, es la expresión finita de una esencia infinita.
La individualidad se desvanece en la medida que nos aproximamos a la esencia y se consolida y cristaliza en la medida que nos alejamos de ella. Conocer por la esencia es deshacer en la existencia aquello que la existencia misma finalmente deshará, es conocer la infinitud en la propia duración, es conocimiento en el modo eternidad.
miércoles, 1 de julio de 2009
EL PROBLEMA DE LOS MODOS FINITOS O INDIVIDUOS
El paso de lo infinito a lo finito sucede entre el modo infinito inmediato y el modo infinito mediato. Su primera expresión, es decir, su máximo, que surge directamente del modo infinito inmediato, es el modo infinito mediato universal o aspecto del universo todo, en el cual constan todas las cosas que dependen directamente de la Naturaleza Naturante, a saber: movimiento y reposo infinito que implica temperaturas infinitas, velocidades infinitas y cuerpos simples, con respecto al atributo “extensión” y entendimiento infinito que lo entiende todo clara y distintamente en todos los tiempos y del que emana la infinita o perfectísima satisfacción inmutable que le impide dejar de hacer aquello que hace, o dicha de la composición al infinito, con respecto al atributo pensamiento. Este máximo que no puede dejar de hacer aquello que hace, comienza a componer sus propios mínimos, los universos particulares, siempre de un máximo a un mínimo, hasta llegar a los modos finitos o individuos, aquellos de los que sólo pueden surgir ellos mismos y, como su nombre lo indica, son indivisibles.
Si suponemos, como muchos suponen, que sólo existen las leyes físicas del movimiento y del reposo, es decir, que todo es pura extensión o materialidad y acusan a Spinoza de materialista, ¿cómo se explica la perseverancia o conservación del aspecto del universo todo?, y yendo aún más lejos, ¿cómo se explica la formación, perseverancia y conservación de los universos particulares que provienen del universo todo?
¿Por qué persevera el universo todo en su aspecto y en la composición al infinito de partes simples, y por qué se aventura en la composición de cuerpos compuestos que originan universos particulares que perseveran y se conservan?
La respuesta a estos interrogantes sólo puede estar en el paralelismo absoluto que plantea Spinoza. Nunca hay extensión sin entendimiento y nunca hay entendimiento sin extensión.
Todo aquello que es extenso o material, sea lo que fuere, implica un entendimiento de sí, aquello por lo cual es, persevera en su ser y se conserva. Todo aquello que implica un entendimiento de sí, implica una extensión, que es aquello sobre lo que el entendimiento entiende.
En el modo infinito mediato universal o aspecto del universo todo, lo extenso es una composición al infinito de partes simples, sin descomposición alguna (por su propia simplicidad) y el entendimiento es la infinita satisfacción inmutable que le impide dejar de hacer lo que hace o dicha de la composición al infinito, es decir, que le impide dejar de componerse al infinito. Este es el aspecto máximo del infinito por innumerable[1].
¿Cómo pasa ese universo máximo a componer su propio mínimo?, es decir, ¿cómo se componen a partir del universo todo, los universos particulares o modos finitos?
En la composición al infinito de partes simples propia del universo todo que no puede dejar de hacer aquello que hace, está contemplada la potencialidad de composición de cuerpos compuestos. ¿Por qué está contemplada esa potencialidad?, porque si no lo estuviera el universo todo perseveraría en la composición al infinito de partes simples, es decir, perseveraría en la dicha de ser aquello que es. ¿Por qué da origen a otra cosa?, porque está en su potencia, es decir, porque puede. Esa potencia le ha sido dada, como su propio movimiento y reposo infinito le ha sido dado por la extensión y su propia infinita satisfacción inmutable le ha sido dada por el entendimiento infinito.
¿En dónde están esas potencialidades que le permiten al universo todo dar origen a universos particulares? Están en las esencias de modo, que constan en la esencia infinita del movimiento y reposo del atributo extensión y en la esencia infinita de la infinita o perfectísima satisfacción inmutable del entendimiento infinito o atributo pensamiento.
Si esas esencias no estuvieran allí donde están, nada podría ser y nada podría perseverar en su ser, “No se requiere una causa menor para conservar una cosa que para producirla por primera vez”[2].
Entonces, la formación de los cuerpos compuestos por virtud de la composición al infinito de conjuntos infinitos de cuerpos simples, propia del modo infinito mediato universal, se produce por la sola virtud de las esencias de modo que, como una trama sutil, aportan, soportan y transportan todas las potencialidades de ser y perseverar.
Las cosas y los seres no existen por virtud de sus esencias, es decir, las esencias no son causa de existencia. Los seres y las cosas existen por causas externas ellas mismas existentes. ¿Para qué están esas esencias que no son causa de existencia y qué son esas causas externas de la existencia?
Las esencias son causa del ser de las cosas, pero no son causa de su existencia. Sabemos que las esencias no son entidades abstractas o entes de razón o meras posibilidades, las esencias son siempre esencias de algo existente en acto. Ahora bien, ¿qué son estas esencias de algo existente en acto que no son causa de la existencia?
Cuando dos cuerpos simples se componen en un cuerpo compuesto, eso acontece, si y sólo si, efectúan una esencia de algo. Efectuar una esencia de algo, es adquirir un determinado grado de potencia y, viseversa, adquirir un determinado grado de potencia es efectuar la esencia de algo. Aquello que al intentar componerse por virtud del movimiento y del reposo no adquiere algún grado de potencia, no llega a componerse y persevera en la eternidad de su propia simplicidad. Por lo tanto, sólo se componen aquellos cuerpos simples que al “chocar” adquieren un determinado grado de potencia, o sea, una esencia de modo.
No hay posibilidades de que nada exista si no expresa algún grado de potencia de una esencia. Las esencias configuran una trama de todo aquello que existe en acto. ¿Qué sucede entonces con todo aquello que no existe en acto, carece de esencia? La esencia de todo aquello que no existe en acto, es decir, la esencia que ha dejado de acompañar a algún modo finito que interrumpió su duración, regresa a sí misma en la eternidad del atributo al que pertenece y en el que persevera eternamente o es efectuada por otro conjunto de cuerpos externos, ellos mismos existentes. La esencia de todo aquello que nunca existió en acto, persevera en la eternidad del atributo al que pertenece, hasta que las causas externas, ellas mismas existentes, la hagan existir. La esencia de los seres humanos perseveró inexpresiva en los atributos a los que pertenece, durante casi toda la edad o duración de nuestro mundo, para expresarse y salir (existir) recién cuando las causas externas, ellas mismas existentes, se lo permitieron, hace apenas unos miles de años. Cabría preguntarse, cuántas esencias están aguardando las causas externas que las hagan existir.
Me dirán ustedes, ¿qué esencias efectúan los cuerpos simples que por definición carecen de esencia alguna?, los cuerpos simples efectúan el movimiento y el reposo, como esencia del atributo extensión al que pertenecen.
Si bien las esencias no son causa de la existencia que depende de causas externas ellas mismas existentes, ninguna causa externa puede ella misma existir si no expresa algún grado de potencia de la esencia que efectúa. Esas causas externas, ellas mismas existentes, que son causa de existencia, no son otra cosa que grados de potencia de una esencia efectuada en acto, o sea, no son otra cosa que afecciones de una esencia, expresadas en un modo existente. Dada una esencia, esta no es otra cosa que un gradiente de potencialidades que van de un máximo a un mínimo, esta esencia se efectúa en acto (pasa a la existencia) sólo cuando padece una afección, es decir, cuando es alcanzada por otra esencia efectuada en acto (ella misma afectada y existente) con la que tiene algo en común. Las esencias efectuadas son causa permanente de la existencia de esencias no efectuadas, que por su sola virtud pasan a la existencia. Siempre se trata de esencias; efectuadas, afectadas, existentes y durables o no efectuadas, inafectadas, inexistentes y eternas. Un ser existente es una esencia que dura por virtud de otra esencia, ella misma efectuada, afectada y existente, que a su vez dura por virtud de otra esencia efectuada, afectada y existente y así hasta el infinito. ¿Qué infinito?, el modo infinito mediato universal, o aspecto del universo todo, en el que los cuerpos simples se componen al infinito por su propia simplicidad en un movimiento y reposo infinito y en un entendimiento infinito o infinita satisfacción inmutable de la composición al infinito.
¿Porqué es necesario atribuir una esencia a la cosa existente?, porque sin esencia nada dura, la esencia aporta la eternidad de la que surge cualquier duración, fuera de la eternidad y de la duración, sólo hay instantaneidad.
Las esencias de modo acompañan a todo aquello que existe mientras dura, cuando aquello deja de durar, es decir, deja de ser perfecto en sí y pasa a componer otras perfecciones, efectuará otras esencias con otros gradientes de potencia, mientras que aquella esencia que le pertenecía regresa a su propia eternidad en el atributo al que pertenece o será efectuada por otro conjunto de partes externas existentes que compongan sus mismas relaciones características.
Cabría pensar que una misma esencia puede ser efectuada por más de una cosa existente en acto, ya que la esencia en sí misma, sólo implica un gradiente de potencialidades, un conjunto innumerable de relaciones características de potencias y las relaciones de potencias no implican existencia alguna, sólo la explican. Las relaciones características de las potencias que componen el gradiente de potencialidades de una esencia, explican y expresan las potencialidades de una existencia, pero no son esa existencia, que es causada por partes externas y existentes que componen las mismas relaciones características de la esencia que efectúan.
La esencia es aquello que explica la existencia, porque implica todas las potencialidades de aquello que existe, pero a cada momento, la esencia es efectuada por partes externas que se componen con sus mismas relaciones características. La esencia es siempre y a cada momento infinitamente mayor que las partes externas existentes que la efectúan, que aquello que el modo finito existente efectúa de ella, es decir, expresa o exprime de ella en acto. Nuestra potencia es siempre infinitamente mayor que aquello que nuestra existencia es y obra.
Por eso es imposible concebir la esencia de un modo finito existente, teniendo en cuenta sólo aquello que él obra, eso apenas es uno de sus infinitos grados de potencia. Nada ni nadie es solamente aquello que obra o hace, si bien, aquello que obra o hace es siempre uno de los infinitos grados de potencia de aquello que es.
Las relaciones explican aquello que existe pero no son aquello que existe. Las relaciones explican pero no implican, expresan pero no son.
La relación entre el frente de aire frío y la nube de vapor de agua, no es en sí misma ni el uno ni la otra, no obstante, no es nada sin ambos y es sólo una potencialidad en cada uno de ellos. La lluvia es la expresión o explicación de esa relación, es otra cosa que existe por causas externas ellas mismas existentes. Dos cuerpos existentes se encuentran por virtud del movimiento y del reposo, dos cuerpos que disfrutan de la satisfacción inmutable de ser lo que son, nube de vapor el uno y frente de aire frío el otro. Son la expresión de sus esencias en determinados grados de potencia, nube y frente frío. Ambos cuerpos se afectan mutuamente, por virtud de aquello que tienen en común, en este caso el movimiento y el reposo expresado como temperatura. El más potente neutraliza al menos potente, el aire frío se compone con el vapor de agua que se enfría y ¡Fiat!, hágase la lluvia. Las esencias ahora perseveran en distintos grados de potencia, el aire ahora es templado y la nube ahora es lluvia. ¿Qué aconteció? La relación efectuó las esencias en la existencia.
Aquello que el modo finito obra tiene que ver con las potencialidades de su esencia y de ellas dependen las afecciones que padezca y las relaciones que establezca. Ellas son a cada momento, infinitamente mayores que aquello que explica y actúa el modo finito existente.
Los universos particulares o modos finitos “emanan” del modo infinito mediato universal, el universo todo da origen a los universos particulares, por virtud de la reunión de conjuntos infinitos de partes simples que dan origen a cuerpos compuestos. Estos cuerpos compuestos son y obran por virtud de un gradiente de potencias que va de un mínimo a un máximo, es decir, que delimita todo aquello que ellos pueden en la existencia. A cada momento, esos cuerpos compuestos existentes disponen de una infinidad de grados de potencia, desde un máximo a un mínimo, pero sólo expresan, explican o actúan, aquellos grados de potencia de la esencia que sus afecciones exprimen y hacen salir, es decir, existir. Los cuerpos compuestos dan origen al universo de las relaciones y de las afecciones, en los que la composición al infinito, propia del modo infinito mediato universal, se interrumpe, transformando su eternidad en duración, su infinitud en finitud. Aquello que era eterno e indeterminado, ahora es durable y determinado por relaciones características, aquello que era infinito por su propia simplicidad, ahora es finito por su propia complejidad. La determinación implica la complejidad, que implica las relaciones, que implican las afecciones, que implican la duración, que implica la finitud. La indeterminación implica simplicidad, que implica composición al infinito, que implica eternidad, que implica infinitud.
La eternidad, como tal y en tanto tal, persevera en la duración, toda manera de la duración proviene de la eternidad, si no fuera así, si la duración proviniera de la duración, habría de extinguirse por su propia causa, lo cual es contradictorio o lo que es lo mismo, produciría un colapso universal hacia la nada misma. La perseverancia es una virtud de la eternidad y por esa sola virtud existe la duración. La duración es la inmanencia de la eternidad.
[1] Tercer infinito de la carta a Meyer, Gille Deleuze, “Spinoza Filosofía Práctica”, página 100.
[2] “Principios de Filosofía de Descartes”, Cap. I, Axioma X.
Si suponemos, como muchos suponen, que sólo existen las leyes físicas del movimiento y del reposo, es decir, que todo es pura extensión o materialidad y acusan a Spinoza de materialista, ¿cómo se explica la perseverancia o conservación del aspecto del universo todo?, y yendo aún más lejos, ¿cómo se explica la formación, perseverancia y conservación de los universos particulares que provienen del universo todo?
¿Por qué persevera el universo todo en su aspecto y en la composición al infinito de partes simples, y por qué se aventura en la composición de cuerpos compuestos que originan universos particulares que perseveran y se conservan?
La respuesta a estos interrogantes sólo puede estar en el paralelismo absoluto que plantea Spinoza. Nunca hay extensión sin entendimiento y nunca hay entendimiento sin extensión.
Todo aquello que es extenso o material, sea lo que fuere, implica un entendimiento de sí, aquello por lo cual es, persevera en su ser y se conserva. Todo aquello que implica un entendimiento de sí, implica una extensión, que es aquello sobre lo que el entendimiento entiende.
En el modo infinito mediato universal o aspecto del universo todo, lo extenso es una composición al infinito de partes simples, sin descomposición alguna (por su propia simplicidad) y el entendimiento es la infinita satisfacción inmutable que le impide dejar de hacer lo que hace o dicha de la composición al infinito, es decir, que le impide dejar de componerse al infinito. Este es el aspecto máximo del infinito por innumerable[1].
¿Cómo pasa ese universo máximo a componer su propio mínimo?, es decir, ¿cómo se componen a partir del universo todo, los universos particulares o modos finitos?
En la composición al infinito de partes simples propia del universo todo que no puede dejar de hacer aquello que hace, está contemplada la potencialidad de composición de cuerpos compuestos. ¿Por qué está contemplada esa potencialidad?, porque si no lo estuviera el universo todo perseveraría en la composición al infinito de partes simples, es decir, perseveraría en la dicha de ser aquello que es. ¿Por qué da origen a otra cosa?, porque está en su potencia, es decir, porque puede. Esa potencia le ha sido dada, como su propio movimiento y reposo infinito le ha sido dado por la extensión y su propia infinita satisfacción inmutable le ha sido dada por el entendimiento infinito.
¿En dónde están esas potencialidades que le permiten al universo todo dar origen a universos particulares? Están en las esencias de modo, que constan en la esencia infinita del movimiento y reposo del atributo extensión y en la esencia infinita de la infinita o perfectísima satisfacción inmutable del entendimiento infinito o atributo pensamiento.
Si esas esencias no estuvieran allí donde están, nada podría ser y nada podría perseverar en su ser, “No se requiere una causa menor para conservar una cosa que para producirla por primera vez”[2].
Entonces, la formación de los cuerpos compuestos por virtud de la composición al infinito de conjuntos infinitos de cuerpos simples, propia del modo infinito mediato universal, se produce por la sola virtud de las esencias de modo que, como una trama sutil, aportan, soportan y transportan todas las potencialidades de ser y perseverar.
Las cosas y los seres no existen por virtud de sus esencias, es decir, las esencias no son causa de existencia. Los seres y las cosas existen por causas externas ellas mismas existentes. ¿Para qué están esas esencias que no son causa de existencia y qué son esas causas externas de la existencia?
Las esencias son causa del ser de las cosas, pero no son causa de su existencia. Sabemos que las esencias no son entidades abstractas o entes de razón o meras posibilidades, las esencias son siempre esencias de algo existente en acto. Ahora bien, ¿qué son estas esencias de algo existente en acto que no son causa de la existencia?
Cuando dos cuerpos simples se componen en un cuerpo compuesto, eso acontece, si y sólo si, efectúan una esencia de algo. Efectuar una esencia de algo, es adquirir un determinado grado de potencia y, viseversa, adquirir un determinado grado de potencia es efectuar la esencia de algo. Aquello que al intentar componerse por virtud del movimiento y del reposo no adquiere algún grado de potencia, no llega a componerse y persevera en la eternidad de su propia simplicidad. Por lo tanto, sólo se componen aquellos cuerpos simples que al “chocar” adquieren un determinado grado de potencia, o sea, una esencia de modo.
No hay posibilidades de que nada exista si no expresa algún grado de potencia de una esencia. Las esencias configuran una trama de todo aquello que existe en acto. ¿Qué sucede entonces con todo aquello que no existe en acto, carece de esencia? La esencia de todo aquello que no existe en acto, es decir, la esencia que ha dejado de acompañar a algún modo finito que interrumpió su duración, regresa a sí misma en la eternidad del atributo al que pertenece y en el que persevera eternamente o es efectuada por otro conjunto de cuerpos externos, ellos mismos existentes. La esencia de todo aquello que nunca existió en acto, persevera en la eternidad del atributo al que pertenece, hasta que las causas externas, ellas mismas existentes, la hagan existir. La esencia de los seres humanos perseveró inexpresiva en los atributos a los que pertenece, durante casi toda la edad o duración de nuestro mundo, para expresarse y salir (existir) recién cuando las causas externas, ellas mismas existentes, se lo permitieron, hace apenas unos miles de años. Cabría preguntarse, cuántas esencias están aguardando las causas externas que las hagan existir.
Me dirán ustedes, ¿qué esencias efectúan los cuerpos simples que por definición carecen de esencia alguna?, los cuerpos simples efectúan el movimiento y el reposo, como esencia del atributo extensión al que pertenecen.
Si bien las esencias no son causa de la existencia que depende de causas externas ellas mismas existentes, ninguna causa externa puede ella misma existir si no expresa algún grado de potencia de la esencia que efectúa. Esas causas externas, ellas mismas existentes, que son causa de existencia, no son otra cosa que grados de potencia de una esencia efectuada en acto, o sea, no son otra cosa que afecciones de una esencia, expresadas en un modo existente. Dada una esencia, esta no es otra cosa que un gradiente de potencialidades que van de un máximo a un mínimo, esta esencia se efectúa en acto (pasa a la existencia) sólo cuando padece una afección, es decir, cuando es alcanzada por otra esencia efectuada en acto (ella misma afectada y existente) con la que tiene algo en común. Las esencias efectuadas son causa permanente de la existencia de esencias no efectuadas, que por su sola virtud pasan a la existencia. Siempre se trata de esencias; efectuadas, afectadas, existentes y durables o no efectuadas, inafectadas, inexistentes y eternas. Un ser existente es una esencia que dura por virtud de otra esencia, ella misma efectuada, afectada y existente, que a su vez dura por virtud de otra esencia efectuada, afectada y existente y así hasta el infinito. ¿Qué infinito?, el modo infinito mediato universal, o aspecto del universo todo, en el que los cuerpos simples se componen al infinito por su propia simplicidad en un movimiento y reposo infinito y en un entendimiento infinito o infinita satisfacción inmutable de la composición al infinito.
¿Porqué es necesario atribuir una esencia a la cosa existente?, porque sin esencia nada dura, la esencia aporta la eternidad de la que surge cualquier duración, fuera de la eternidad y de la duración, sólo hay instantaneidad.
Las esencias de modo acompañan a todo aquello que existe mientras dura, cuando aquello deja de durar, es decir, deja de ser perfecto en sí y pasa a componer otras perfecciones, efectuará otras esencias con otros gradientes de potencia, mientras que aquella esencia que le pertenecía regresa a su propia eternidad en el atributo al que pertenece o será efectuada por otro conjunto de partes externas existentes que compongan sus mismas relaciones características.
Cabría pensar que una misma esencia puede ser efectuada por más de una cosa existente en acto, ya que la esencia en sí misma, sólo implica un gradiente de potencialidades, un conjunto innumerable de relaciones características de potencias y las relaciones de potencias no implican existencia alguna, sólo la explican. Las relaciones características de las potencias que componen el gradiente de potencialidades de una esencia, explican y expresan las potencialidades de una existencia, pero no son esa existencia, que es causada por partes externas y existentes que componen las mismas relaciones características de la esencia que efectúan.
La esencia es aquello que explica la existencia, porque implica todas las potencialidades de aquello que existe, pero a cada momento, la esencia es efectuada por partes externas que se componen con sus mismas relaciones características. La esencia es siempre y a cada momento infinitamente mayor que las partes externas existentes que la efectúan, que aquello que el modo finito existente efectúa de ella, es decir, expresa o exprime de ella en acto. Nuestra potencia es siempre infinitamente mayor que aquello que nuestra existencia es y obra.
Por eso es imposible concebir la esencia de un modo finito existente, teniendo en cuenta sólo aquello que él obra, eso apenas es uno de sus infinitos grados de potencia. Nada ni nadie es solamente aquello que obra o hace, si bien, aquello que obra o hace es siempre uno de los infinitos grados de potencia de aquello que es.
Las relaciones explican aquello que existe pero no son aquello que existe. Las relaciones explican pero no implican, expresan pero no son.
La relación entre el frente de aire frío y la nube de vapor de agua, no es en sí misma ni el uno ni la otra, no obstante, no es nada sin ambos y es sólo una potencialidad en cada uno de ellos. La lluvia es la expresión o explicación de esa relación, es otra cosa que existe por causas externas ellas mismas existentes. Dos cuerpos existentes se encuentran por virtud del movimiento y del reposo, dos cuerpos que disfrutan de la satisfacción inmutable de ser lo que son, nube de vapor el uno y frente de aire frío el otro. Son la expresión de sus esencias en determinados grados de potencia, nube y frente frío. Ambos cuerpos se afectan mutuamente, por virtud de aquello que tienen en común, en este caso el movimiento y el reposo expresado como temperatura. El más potente neutraliza al menos potente, el aire frío se compone con el vapor de agua que se enfría y ¡Fiat!, hágase la lluvia. Las esencias ahora perseveran en distintos grados de potencia, el aire ahora es templado y la nube ahora es lluvia. ¿Qué aconteció? La relación efectuó las esencias en la existencia.
Aquello que el modo finito obra tiene que ver con las potencialidades de su esencia y de ellas dependen las afecciones que padezca y las relaciones que establezca. Ellas son a cada momento, infinitamente mayores que aquello que explica y actúa el modo finito existente.
Los universos particulares o modos finitos “emanan” del modo infinito mediato universal, el universo todo da origen a los universos particulares, por virtud de la reunión de conjuntos infinitos de partes simples que dan origen a cuerpos compuestos. Estos cuerpos compuestos son y obran por virtud de un gradiente de potencias que va de un mínimo a un máximo, es decir, que delimita todo aquello que ellos pueden en la existencia. A cada momento, esos cuerpos compuestos existentes disponen de una infinidad de grados de potencia, desde un máximo a un mínimo, pero sólo expresan, explican o actúan, aquellos grados de potencia de la esencia que sus afecciones exprimen y hacen salir, es decir, existir. Los cuerpos compuestos dan origen al universo de las relaciones y de las afecciones, en los que la composición al infinito, propia del modo infinito mediato universal, se interrumpe, transformando su eternidad en duración, su infinitud en finitud. Aquello que era eterno e indeterminado, ahora es durable y determinado por relaciones características, aquello que era infinito por su propia simplicidad, ahora es finito por su propia complejidad. La determinación implica la complejidad, que implica las relaciones, que implican las afecciones, que implican la duración, que implica la finitud. La indeterminación implica simplicidad, que implica composición al infinito, que implica eternidad, que implica infinitud.
La eternidad, como tal y en tanto tal, persevera en la duración, toda manera de la duración proviene de la eternidad, si no fuera así, si la duración proviniera de la duración, habría de extinguirse por su propia causa, lo cual es contradictorio o lo que es lo mismo, produciría un colapso universal hacia la nada misma. La perseverancia es una virtud de la eternidad y por esa sola virtud existe la duración. La duración es la inmanencia de la eternidad.
[1] Tercer infinito de la carta a Meyer, Gille Deleuze, “Spinoza Filosofía Práctica”, página 100.
[2] “Principios de Filosofía de Descartes”, Cap. I, Axioma X.
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