jueves, 25 de junio de 2009

LA INFINITA SATISFACCIÓN INMUTABLE

La infinita satisfacción inmutable es el elemento de cohesión que mantiene pegados extensión y entendimiento en un mismo “těnděre”[1], una misma tendencia y despliegue. La infinita satisfacción inmutable de la que ya nos hablara Spinoza en el Tratado Breve, es la expresión del entendimiento absoluto, de la que emana, que hace del obrar el ser de la Sustancia, al determinar que “no pueda dejar de hacer aquello que hace”. Y aquello que hace es la composición al infinito por virtud del movimiento y del reposo, que persevera por la infinita satisfacción inmutable o dicha misma de esa composición.
[1] Raíz etimológica latina común de las palabras “entendimiento” y “extensión”.

No hay otro hilo conductor entre el entendimiento absoluto o amor intelectual de Dios y el conato, tendencia o apetito del modo finito existente. La infinita satisfacción inmutable es dicha que no puede dejar de hacer lo que hace, es amor intelectual en la Sustancia Única, es la dicha de la conveniencia absoluta de las esencias, es dicha de la composición por la cual los modos finitos existen y es la dicha de sí por la que perseveran, su potencia de existir o tendencia a perseverar en la existencia, como conato, tendencia, apetito o deseo. Amor intelectual desde la Sustancia Infinita al modo finito, que tiende el hilo conductor que Spinoza mismo nos señala como empresa para regresar desde el deseo al amor intelectual a Dios o Beatitud, amor intelectual del modo finito existente a la Sustancia Infinita o Dios.

No hay menos entendimiento infinito en lo estenso y material (dicha de la composición de los cuerpos), que movimiento y reposo en el pensamiento o entendimiento infinito (dicha de la composición de las ideas). Ambos son la misma cosa, entanto Dios como cosa extensa (1) es la misma cosa que Dios como cosa pensante (2) o el cuerpo de un modo finito existente es la misma cosa que su mente. "El orden y correlación de las ideas es el mismo que el orden y correlación de las cosas" (3), la dicha del entendimiento es la dicha de la composición de los cuerpos. Las esencias de modo implican; esencias de la extención (movimiento y reposo) y esencias del pensamiento (entendimiento infinito), en un paralelismo absoluto.
(1) E II, proposición I
(2) E II, proposición II
(3) E II, proposición VII

Nada es extenso (material) sin ser pensante (sin tener algún entendimiento de sí) y, viceversa, nada es pensante sin ser extenso.

No hay menos entendimiento en lo extenso o material que en el pensamiento o entendimiento, la materia entiende de sí misma, aunque no piense. Hay quien considera que ese entender de sí misma no es otra cosa que pensamiento. Tampoco deja de haber extensión o materialidad en el pensamiento mismo, las ideas son los cuerpos extensos del pensamiento y cuando no hay ideas por no haber mente, habrá sensaciones y cuando no hay sensaciones, en la materia no viva, hay leyes de esa materia que son su propio entendimiento.

El movimiento y reposo, como expresión del atributo extensión (corporalidad o materialidad), no es causa adecuada[1] , que pueda entenderse por sí misma, de la composición al infinito que implica la creación. Ya que, tanto la composición como la descomposición, los buenos y los malos encuentros, son por su causa, aunque pueda aducirse que toda descomposición implica una nueva y diferente composición.
[1] E III, Definición I.

¿Qué hace que el “universo todo” como expresión del atributo extensión en el modo infinito mediato, tienda (těnděre) hacia la composición al infinito? ¿Qué lo rescataría de una tendencia (těnděre) hacia la descomposición al infinito?

No hay otro recurso que acudir a un “entendimiento infinito” que se expresa como la capacidad de “entenderlo todo clara y distintamente en todos los tiempos” y del que emana una “infinita o perfectísima satisfacción inmutable” o dicha infinita que le impide “dejar de hacer aquello que hace”[1], es decir, que es ley que todo lo compulsa.
[1] TB, Capítulo IX, “De la Naturaleza Naturada”, punto 3.

Volvemos a encontrar aquí a la dicha como hilo conductor que compele la composición de cuerpos simples que se reúnen por infinidades y que compulsa la composición de esos conjuntos infinitos en cuerpos compuestos, que se relacionan entre sí en alguna existencia, en la que perseveran por la sola virtud de la “infinita satisfacción inmutable” de su ser que es su obrar, en un conato, tendencia, deseo o potencia de existir.

¿Implicaría esto alguna preeminencia del atributo pensamiento sobre el atributo extensión, del entendimiento sobre la materia?

No, porque sin la sola virtud del movimiento y del reposo, no habría composición, ni habría la infinita satisfacción inmutable que de ella emana. Y sin la infinita satisfacción inmutable o dicha de la composición, no habría perseverancia. Aquello que crea es exactamente lo mismo que aquello que conserva[1], aquello que es, es por la dicha de su ser y por esa misma dicha persevera.
[1] “Principios de Filosofía de Descartes”, Cap. I, Axioma X.

Sin ambos atributos de Dios, en perfecto paralelismo, no habría manera de salir del caos, de la pura composición/descomposición del movimiento y del reposo, en infinita y absoluta redundancia. No habría manera de comprender la evolución misma, el těnděre como tendencia y despliegue que implica, como su misma etimología lo recuerda, una extensión y un entendimiento.

La secuencia sería la siguiente:


  1. INFINITO POR NATURALEZA
    SUSTANCIA INFINITA
    ATRIBUTOS DE DIOS
    EXTENSIÓN
    PENSAMIENTO

  2. INFINITO POR SU CAUSA
    MODO INFINITO INMEDIATO
    MOVIMIENTO Y REPOSO INFINITO
    ENTENDIMIENTO INFINITO

  3. INFINITO POR INNUMERABLE
    MODO INFINITO MEDIATO
    ASPECTO DEL UNIVERSO TODO
    INFINITA SATISFACCIÓN INMUTABLE

    MODOS FINITOS
    INDIVIDUOS
    TENDENCIA, APETITO, CONATO O DESEO.

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