jueves, 25 de junio de 2009

LA INFINITA SATISFACCIÓN INMUTABLE

La infinita satisfacción inmutable es el elemento de cohesión que mantiene pegados extensión y entendimiento en un mismo “těnděre”[1], una misma tendencia y despliegue. La infinita satisfacción inmutable de la que ya nos hablara Spinoza en el Tratado Breve, es la expresión del entendimiento absoluto, de la que emana, que hace del obrar el ser de la Sustancia, al determinar que “no pueda dejar de hacer aquello que hace”. Y aquello que hace es la composición al infinito por virtud del movimiento y del reposo, que persevera por la infinita satisfacción inmutable o dicha misma de esa composición.
[1] Raíz etimológica latina común de las palabras “entendimiento” y “extensión”.

No hay otro hilo conductor entre el entendimiento absoluto o amor intelectual de Dios y el conato, tendencia o apetito del modo finito existente. La infinita satisfacción inmutable es dicha que no puede dejar de hacer lo que hace, es amor intelectual en la Sustancia Única, es la dicha de la conveniencia absoluta de las esencias, es dicha de la composición por la cual los modos finitos existen y es la dicha de sí por la que perseveran, su potencia de existir o tendencia a perseverar en la existencia, como conato, tendencia, apetito o deseo. Amor intelectual desde la Sustancia Infinita al modo finito, que tiende el hilo conductor que Spinoza mismo nos señala como empresa para regresar desde el deseo al amor intelectual a Dios o Beatitud, amor intelectual del modo finito existente a la Sustancia Infinita o Dios.

No hay menos entendimiento infinito en lo estenso y material (dicha de la composición de los cuerpos), que movimiento y reposo en el pensamiento o entendimiento infinito (dicha de la composición de las ideas). Ambos son la misma cosa, entanto Dios como cosa extensa (1) es la misma cosa que Dios como cosa pensante (2) o el cuerpo de un modo finito existente es la misma cosa que su mente. "El orden y correlación de las ideas es el mismo que el orden y correlación de las cosas" (3), la dicha del entendimiento es la dicha de la composición de los cuerpos. Las esencias de modo implican; esencias de la extención (movimiento y reposo) y esencias del pensamiento (entendimiento infinito), en un paralelismo absoluto.
(1) E II, proposición I
(2) E II, proposición II
(3) E II, proposición VII

Nada es extenso (material) sin ser pensante (sin tener algún entendimiento de sí) y, viceversa, nada es pensante sin ser extenso.

No hay menos entendimiento en lo extenso o material que en el pensamiento o entendimiento, la materia entiende de sí misma, aunque no piense. Hay quien considera que ese entender de sí misma no es otra cosa que pensamiento. Tampoco deja de haber extensión o materialidad en el pensamiento mismo, las ideas son los cuerpos extensos del pensamiento y cuando no hay ideas por no haber mente, habrá sensaciones y cuando no hay sensaciones, en la materia no viva, hay leyes de esa materia que son su propio entendimiento.

El movimiento y reposo, como expresión del atributo extensión (corporalidad o materialidad), no es causa adecuada[1] , que pueda entenderse por sí misma, de la composición al infinito que implica la creación. Ya que, tanto la composición como la descomposición, los buenos y los malos encuentros, son por su causa, aunque pueda aducirse que toda descomposición implica una nueva y diferente composición.
[1] E III, Definición I.

¿Qué hace que el “universo todo” como expresión del atributo extensión en el modo infinito mediato, tienda (těnděre) hacia la composición al infinito? ¿Qué lo rescataría de una tendencia (těnděre) hacia la descomposición al infinito?

No hay otro recurso que acudir a un “entendimiento infinito” que se expresa como la capacidad de “entenderlo todo clara y distintamente en todos los tiempos” y del que emana una “infinita o perfectísima satisfacción inmutable” o dicha infinita que le impide “dejar de hacer aquello que hace”[1], es decir, que es ley que todo lo compulsa.
[1] TB, Capítulo IX, “De la Naturaleza Naturada”, punto 3.

Volvemos a encontrar aquí a la dicha como hilo conductor que compele la composición de cuerpos simples que se reúnen por infinidades y que compulsa la composición de esos conjuntos infinitos en cuerpos compuestos, que se relacionan entre sí en alguna existencia, en la que perseveran por la sola virtud de la “infinita satisfacción inmutable” de su ser que es su obrar, en un conato, tendencia, deseo o potencia de existir.

¿Implicaría esto alguna preeminencia del atributo pensamiento sobre el atributo extensión, del entendimiento sobre la materia?

No, porque sin la sola virtud del movimiento y del reposo, no habría composición, ni habría la infinita satisfacción inmutable que de ella emana. Y sin la infinita satisfacción inmutable o dicha de la composición, no habría perseverancia. Aquello que crea es exactamente lo mismo que aquello que conserva[1], aquello que es, es por la dicha de su ser y por esa misma dicha persevera.
[1] “Principios de Filosofía de Descartes”, Cap. I, Axioma X.

Sin ambos atributos de Dios, en perfecto paralelismo, no habría manera de salir del caos, de la pura composición/descomposición del movimiento y del reposo, en infinita y absoluta redundancia. No habría manera de comprender la evolución misma, el těnděre como tendencia y despliegue que implica, como su misma etimología lo recuerda, una extensión y un entendimiento.

La secuencia sería la siguiente:


  1. INFINITO POR NATURALEZA
    SUSTANCIA INFINITA
    ATRIBUTOS DE DIOS
    EXTENSIÓN
    PENSAMIENTO

  2. INFINITO POR SU CAUSA
    MODO INFINITO INMEDIATO
    MOVIMIENTO Y REPOSO INFINITO
    ENTENDIMIENTO INFINITO

  3. INFINITO POR INNUMERABLE
    MODO INFINITO MEDIATO
    ASPECTO DEL UNIVERSO TODO
    INFINITA SATISFACCIÓN INMUTABLE

    MODOS FINITOS
    INDIVIDUOS
    TENDENCIA, APETITO, CONATO O DESEO.

miércoles, 24 de junio de 2009

El problema de los modos infinitos

La Naturaleza Naturalizante, Sustancia Infinita o Dios, se expresa de tres maneras:
1- Como aquello que es ilimitado por naturaleza, cuya naturaleza es el infinito mismo, esto es el infinito absoluto. A este infinito corresponden los atributos de la Sustancia, que también son infinitos por naturaleza, de los cuales sólo conocemos dos; la extensión (materialidad o corporalidad) y el pensamiento (sensibilidad, mente o entendimiento). A este infinito corresponde Dios como cosa extensa y Dios como cosa pensante[1].
[1] E II, proposición I y II.

2- Como aquello que es ilimitado por su causa, el modo infinito inmediato en el que los atributos de Dios se expresan directamente. A este infinito corresponde todo aquello que Dios produce directamente, sin mediación alguna, expresión directa de sus atributos, a saber; “movimiento y reposo” para la esencia de la extensión y “entendimiento infinito” para la esencia del pensamiento[1].
[1] Correspondencia, carta 64 de Spinoza a Schuller, III, página 206.

3- Como aquello que es ilimitado por innumerable, que no puede ser igual a número alguno, aunque sea más o menos grande y comporte un máximo y un mínimo[1]. A este infinito corresponde el modo infinito mediato y los modos finitos o individuos.
[1] Gille Deleuze, “Spinoza Filosofía Práctica”, Infinito, páginas 100 y 101.

El infinito absoluto corresponde a aquello que Spinoza define en el libro uno de la Ética, definición VI, o sea, Dios: “El Ente absolutamente infinito, esto es, una sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia infinita y eterna.”

El modo infinito inmediato es ilimitado por su causa, el infinito absoluto, y corresponde a la expresión absoluta de los atributos de Dios, la extensión y el pensamiento. Estos atributos son en sí mismos indivisibles pero comportan aquí, en el modo infinito inmediato, una infinidad actual de partes, todas convenientes e indisociables entre sí, estas son las esencias de modo contenidas en el atributo[1].
[1] Ibídem, 2° infinito de la carta XII a Meyer.

Aquí comienzan los problemas, ¿cómo puede algo indivisible comportar una infinidad actual de partes? Esta es la característica del modo infinito inmediato, la de ser infinito e indivisible y aún así, comportar una infinidad actual de partes, y esa es también la característica de las esencias de modo contenidas en los atributos de Dios.

Los atributos de Dios se expresan directamente en el modo infinito inmediato y esa expresión es “el movimiento y reposo” para el atributo extensión y el “entendimiento infinito” para el atributo pensamiento. Cada uno de ellos comporta una infinidad de partes que son las esencias de modo de todas las cosas extensas y las esencias de modo de todas las cosas pensantes. Todo aquello que es, exista o no exista, está contemplado en los atributos de Dios que se expresan en este infinito inmediato. Al expresar directamente a todos los atributos de la Sustancia Infinita, el modo infinito inmediato contempla todas las esencias de modo en ellos contenidas. Como nada puede ser (ni haber sido, ni llegar a ser) sin responder a una esencia[1], en él están contempladas todas las esencias de modo de todo aquello que es, exista o no exista. Este “exista o no exista” es lo que más nos descoloca frente a este planteo. Las esencias de modo, pertenecen eternamente al atributo de la sustancia infinita, pero esa pertenencia eterna se interrumpe cuando las esencias pasan a la existencia en un modo existente finito o individuo, allí las esencias pasan a acompañar al modo finito en su duración, nunca dejan de ser eternas, sólo acompañan al modo finito mientras este dura. Como la existencia de un modo no depende de su esencia, éstas pertenecen a sí mismas en el modo eternidad que sólo se interrumpe durante la duración. En lo que a la esencia respecta, la duración es un lapso de la eternidad, en lo que a la existencia respecta, la duración es el lapso en el que se expresan los grados de potencia de una esencia. Fuera de la duración o de la existencia, la esencia es sólo un grado de intensidad o grado de potencia del atributo al que pertenece. La esencia de los seres humanos está comprendida en los atributos de Dios como común y eterna, existía allí aún antes de que los seres humanos existieran, de no ser así nunca hubieran sido; la duración de un ser humano en particular es el lapso en que éste expresa en la existencia los grados de potencia de su esencia, desde un mínimo a un máximo.
[1] E III, proposición VII.

Cada uno de los infinitos atributos de la Sustancia, contiene todas las esencias de modo que le corresponden, en él constan esas esencias, es decir, “están de acuerdo”[1], convienen absolutamente entre sí. En el atributo “Extensión” constan todas las esencias de modo extensas, es decir, todo aquello que implica en la existencia alguna materialidad o corporalidad, pero en el atributo estas esencias están implicadas aunque en la existencia no estén explicadas, o sea, existan o no existan en la existencia o duración. En el atributo “Pensamiento” constan todas las esencias de modo pensantes, es decir, todo aquello que implica en la existencia algún entendimiento de sí, pero en el atributo estas esencias están implicadas aunque en la existencia no estén explicadas, o sea, existan o no existan en la existencia o duración. Todo aquello que no posea una esencia en algún atributo de la Sustancia, no puede ser, es decir, no puede concebirse ni ser concebido, o sea, no puede existir o durar.
[1] Etimología de “constar”, Diccionario Crítico Etimológico, Corominas y Pascual.

¿Qué son estas partes, que aún siendo partes componen un todo indivisible? Estas partes son sólo partes modales, es decir, al expresarse muestran una modalidad que nunca deja de pertenecer a un todo indivisible, aunque se expresen como un modo que es percibido como una parte. La extensión y el pensamiento son los dos atributos de la Sustancia Infinita que nos es dado conocer. El modo infinito inmediato de la extensión es el “movimiento y el reposo”, o sea, que todo aquello que es extenso, es decir, que comporta alguna materialidad o corporalidad, es esencialmente, movimiento y reposo, una parte modal, un modo o explicación del movimiento y reposo absoluto implicado en el atributo extensión. Jamás deja de pertenecer al todo ni de obedecer sus leyes, sólo lo hace de un modo cierto y determinado, en este caso, el del modo infinito inmediato. Lo mismo sucede con el atributo pensamiento, cuyo modo infinito inmediato es el entendimiento infinito, o sea, que todo aquello que piensa, que comporta alguna idea o entendimiento de sí, es esencialmente una parte modal, un modo o una explicación del entendimiento infinito implicado en el atributo pensamiento, es decir, aquello que para ese modo “entiende todo clara y distintamente en todos los tiempos”[1].
[1] TB, Cap. IX, punto 3.

Si recurrimos al ejemplo del muro o la pared absolutamente blanca, que se repite en Deleuze[1], el atributo sería ese muro absolutamente blanco (infinito absoluto), que no obstante, comporta matices del blanco, diferencias de intensidad o diferencias intensivas, que en nada alteran la totalidad inmaculada del blanco, aunque comportan partes de ese todo, partes intensivas que son las esencias de modo. Yendo más allá de ese muro blanco, es decir, saliendo del atributo y de la Sustancia Infinita hacia la existencia, podríamos decir que el muro se puebla de colores que como todos sabemos provienen de la luz, que en sí misma no expresa color alguno, tampoco puede la luz sin modos finitos existentes que la reflejen expresar nada. Las esencias de modo serían los infinitos colores que constan en la incolora luz y se expresan como tales en los modos finitos, cuya existencia no es otra cosa que su reflejo, su efectuación o expresión. Sin luz, no hay cuerpos coloreados, sin cuerpos no hay manera de ver los colores de la luz. Cada cuerpo coloreado refleja de la luz aquel color que no le pertenece.
[1] Duns Scoto, “Opus exoniense”, I, D3, q. 1 y 2, a. 4, n. 17. Y Gille Deleuze, “En medio de Spinoza”, Clase VIII, página 125.

Las esencias de modo son grados de potencia de la potestad absoluta de Dios, expresan cada una, todas aquellas cosas que Él puede y que están contenidas en sus atributos. Así como los grados de potencia de una esencia cualquiera, expresan cada uno, todo aquello que esa esencia de modo puede, o sea, todo aquello que ese modo puede como un cuerpo y una mente en la existencia.

La esencia de modo es a Dios, aquello que el grado de potencia es a la esencia de modo.

Hemos ingresado en un tema más que dificultoso de la filosofía de Spinoza y que Deleuze sintetiza en tres preguntas; “¿Cómo se distinguen las esencias de modos, ellas que son inseparables unas de otras?, ¿Cómo son singulares, siendo que forman un conjunto infinito?, ¿En qué consiste la realidad física de las esencias en tanto tales?[1].
[1] Guille Deleuze, “Spinoza y el Problema de la Expresión”, Cap. XII, página 187.

Podríamos ensayar algunas respuestas:
Las esencias de modo no se distinguen entre sí mientras forman parte del atributo al que pertenecen, todas convienen entre sí y son eternas como el atributo que componen e integran. Movimiento y reposo infinito, para el atributo extensión y entendimiento infinito, para el atributo pensamiento.
Son singulares, o mejor dicho, aparentan para nosotros serlo, mientras acompañan a un modo finito o individuo en tanto dura (existe), en realidad nunca son singulares, siempre son comunes y eternas, lo que deviene más o menos singular es aquello a lo que acompañan y dura. Movimiento y reposo de partes simples en cierta y determinada relación característica, para el atributo extensión y entendimiento de sí, para el atributo pensamiento.
La realidad física de las esencias es un concepto, aquello que puesto pone necesariamente la cosa y que quitado, la quita necesariamente[1]. Este concepto implica todo aquello que la cosa puede al ser sometida a la existencia, su potencia de existir, tendencia o conato, tanto en lo extenso o material como en el pensamiento o entendimiento.[2]
[1] E II, definición II.
[2] La utilización aquí de la palabra “concepto” no implica un ente de razón o una ideología, tiene el sentido que le adjudicara Deleuze, “un concepto es una bestia”, en “En Medio de Spinoza”, Anexo, página 181.

En el modo infinito inmediato aparecen las esencias y toda la problemática que ellas implican. En la carta a Schuller, Spinoza da ejemplos del modo infinito inmediato, adjudicando el “movimiento y el reposo” para el atributo extensión y el “entendimiento infinito” para el atributo pensamiento. Pero en el Tratado Breve, él había ido más allá con respecto al entendimiento infinito y expresaba: “De él emana una infinita o perfectísima satisfacción inmutable, que no puede dejar de hacer lo que hace.”[1] En esta pequeña frase al final del punto tres del capítulo IX, creo encontrar la clave que nos ayudará a comprender la dinámica de las esencias y que echará luz sobre los modos infinitos mediatos.
[1] TB, Cap. IX, “De la Naturaleza Naturada”, punto 3, página 94.

El modo infinito mediato, es aquello que es innumerable por no poder ser igualado a número alguno, responde a un ser y obrar permanente que produce innumerablemente. Este infinito puede ser más o menos grande y comporta un máximo y un mínimo[1]. En lo que respecta al atributo extensión, su máximo es el aspecto del universo todo y su mínimo es el aspecto de los infinitos individuos que lo pueblan. Con respecto al atributo pensamiento, su máximo es la infinita satisfacción inmutable que le impide dejar de hacer lo que hace y su mínimo es el conato, tendencia, apetito o deseo, de los individuos o modos finitos existentes.
[1] Carta XII a Luis Meyer, “Sobre las desigualdades del espacio interpuesto entre dos círculos no concéntricos”

Del movimiento y reposo y por su sola virtud, como expresión en el infinito inmediato del atributo extensión, emana la composición, la reunión de partes o cuerpos simples, ellos mismos existentes. Del entendimiento infinito y por su sola virtud, como expresión del atributo pensamiento en el modo infinito inmediato, emana “la infinita satisfacción inmutable, que no puede dejar de hacer aquello que hace”. Esta emanación del modo infinito inmediato es la que expresa al modo infinito mediato y a los modos finitos o individuos.

Las partes o cuerpos simples son aquellos que sólo se distinguen, unos de otros, por virtud del movimiento y del reposo, ellos mismos no son otra cosa que movimiento y reposo, a esto reduce Spinoza toda corpuscularidad. Los cuerpos simples (corpora simplicissima) no pueden ser descompuestos en otra cosa, porque ellos son lo más simple, todo lo que ellos son, es la expresión más simple del movimiento y del reposo y nada más[1].
[1] E II, Lema III, Axioma II.

Por virtud del movimiento y reposo, los cuerpos simples sólo pueden componerse al infinito, reunirse por infinidades, no hay aquí posibilidad alguna de descomposición, y de ellos emana la “satisfacción inmutable de no poder dejar de hacer aquello que hacen”, que es el modo infinito mediato del atributo pensamiento, acción pura sin padecimiento, dicha absoluta de la composición sin descomposición, determinación absoluta y afirmación absoluta en la eternidad, simplicidad, indivisibilidad y dicha de su ser.

Este infinito mediato como su expresión máxima, es la dicha de la composición absoluta sin descomposición alguna, afirmación absoluta sin negación, acción sin padecimiento, que no puede dejar de hacer aquello que hace, o sea, que es absolutamente necesaria o absolutamente compelida[1], y expresa eternamente las esencias de modo y subsume temporalmente partes extensivas[2]. Este es el punto crucial, momento de la epifanía, en el que el modo infinito inmediato se expresa en el modo infinito mediato, dando origen al “aspecto del universo todo (facies totius universo)”, en relación al atributo extensión y a la “infinita satisfacción inmutable”, en relación al atributo pensamiento.
[1] E I, Definición VII.
[2] Gilles Deleuze, “Spinoza y el Problema de la Expresión”, Cap. XV, página 226.

El modo infinito mediato, es exactamente el punto medio, el punto de contacto que mediatiza aquello que es infinito con aquello que es finito. Como punto medio o lugar de la mediatización, es el lugar de la coherencia o relación entre lo infinito y lo finito. Este es el punto crucial que pretendíamos encontrar al inicio de este trabajo. De uno de sus lados queda todo lo infinito y metafísico, la Naturaleza Naturalizante o Sustancia Infinita y sus infinitos atributos infinitos, y del otro lado, aparece, comienza a gestarse y se completa, en una epifanía o un génesis, todo lo finito, físico y existente, la Naturaleza Naturalizada y los modos finitos o individuos.

Es por eso que como punto crucial, lugar del medio o pasaje de la metafísica a la física y viceversa, tiene una relevancia fundamental en la filosofía de Spinoza. Es también por eso que los conceptos que ejemplifican este modo infinito mediato, son tan importantes y han sido siempre buscados en sus textos. Él nos da un ejemplo claro de aquello que es el modo infinito mediato del atributo extensión, el aspecto del universo todo o Facies Totius Universi, en la carta a Schuller, pero no da un ejemplo del modo infinito mediato del atributo pensamiento, anomalía que interesó a todos sus comentadores según señala Pierre Macherey[1].
[1] Pierre Macherey, “Hegel o Spinoza”, Cap. IV, página 186.

En el pasaje citado del Tratado Breve[1], Spinoza nos dice que del entendimiento infinito emana “una infinita o perfectísima satisfacción inmutable, que no puede dejar de hacer lo que hace”. Si el “aspecto del universo todo” es el modo infinito mediato del atributo extensión, podríamos considerar que “la infinita satisfacción inmutable”, es el modo infinito mediato del atributo pensamiento. Es decir, sería la expresión del atributo pensamiento en el modo infinito mediato, que es aquello que aparentemente faltaba en los textos de Spinoza.
[1] T B, Cap. IX, “De la Naturaleza Naturada”, punto 3, página 94.

Si esto es así, podemos comprender entonces, clara y distintamente, todo lo que acontece en el modo infinito mediato desde su máximo, el aspecto del universo todo y la infinita satisfacción inmutable que le impide dejar de hacer lo que hace, hasta su mínimo, el modo finito singular o individuo, con su aspecto característico, cierto y determinado y la satisfacción inmutable de su conato, tendencia o apetito.

Existe un infinito por naturaleza, aquello que es absolutamente infinito, sin principio ni fin. Es la Sustancia Única en la que constan infinitos atributos, de los que sólo nos es dado conocer dos; la extensión y el pensamiento. Este infinito es necesario, eterno, simple e indivisible[1] y da origen a aquello que es ilimitado por su causa, es decir, al modo infinito inmediato.
[1] Gille Deleuze, “Spinoza Filosofía Práctica”, página 100.

Este infinito inmediato es la expresión directa del infinito por naturaleza, expresión directa de los atributos que en él constan. Posee una infinidad de partes que convienen todas entre sí, son las esencias de modo contenidas en los atributos, o sea, las infinitas potencialidades del movimiento y del reposo para el atributo extensión y las infinitas potencialidades del entendimiento infinito para el atributo pensamiento, “que entiende todo clara y distintamente en todos los tiempos”[1]. De este infinito inmediato emana el movimiento y el reposo con todas sus potencialidades, temperaturas extremas y velocidades extremas de partes simples que se componen al infinito por infinidades, sin posibilidad alguna de descomposición por su propia simplicidad y la “infinita o perfectísima satisfacción inmutable, que no puede dejar de hacer lo que hace.”[2], cuyo ser es su obrar.
[1] TB, Cap. IX, “De la Naturaleza Naturada”, punto 3.
[2] Ibídem.

La composición al infinito de partes simples, sin descomposición alguna y la infinita satisfacción inmutable que no puede dejar de hacer aquello que hace, son causa de un obrar infinito que produce un infinito por innumerable, o sea, el modo infinito mediato, que no puede ser igual a número alguno, aunque comporte un máximo y un mínimo. Su máximo es la Naturaleza Naturalizada Universal que “consta de todos los modos que dependen inmediatamente de Dios”[1], con el aspecto del universo todo como modo infinito mediato del atributo extensión y con la infinita o perfectísima satisfacción inmutable como modo infinito mediato del atributo pensamiento, que no puede dejar de hacer aquello que hace. Y aquello que hace, es su propio mínimo, la Naturaleza Naturalizada Particular, que consta de todas las cosas particulares que son causadas por los modos universales[2], es decir, los modos finitos singulares.
[1] TB, Cap. VIII, “De la Naturaleza Naturante”.
[2] TB, Cap. VIII, “De la Naturaleza Naturante.

Del modo infinito inmediato emana el movimiento y el reposo con todas sus potencialidades, temperaturas innumerables y velocidades innumerables, origen de los cuerpos simples que se componen al infinito, sin posibilidad de descomposición alguna por su propia simplicidad, hasta reunirse por infinidades para configurar el aspecto del universo todo o modo infinito mediato universal, con su infinita satisfacción inmutable que le impide dejar de hacer aquello que hace, el infinito por innumerable.

En el modo infinito mediato universal, por virtud de las infinitas potencialidades del movimiento y del reposo, es decir, temperaturas innumerables y velocidades innumerables, se forman los cuerpos simples que reunidos por infinidades, sin posibilidad de descomposición alguna por su propia simplicidad, se componen entre sí como cuerpos compuestos, con ciertas y determinadas relaciones características que al coincidir con las de alguna esencia (proveniente del modo infinito inmediato) pasan a la existencia. Estos cuerpos compuestos ahora existen, es decir, duran, por virtud de las relaciones características de movimiento y reposo que los componen y componen su esencia y por virtud de la infinita satisfacción inmutable de ser y obrar aquello que son, su potencia de existir y perseverar en la existencia. Aquí se inician las relaciones entre cuerpos existentes, es decir, sometidos a la duración[1], que pueden componerse o descomponerse mutuamente, que se prefieren unos a otros de acuerdo a su naturaleza, o sea, los modos finitos singulares o particulares. Este es el lugar de la creación de los cuerpos compuestos por la reunión de cuerpos simples en conjuntos infinitos, que son causa de los modos finitos o individuos, los universos particulares como las galaxias y los mundos hasta los individuos o criaturas que los pueblan. Llegamos así al hombre, apenas el último instante de este proceso expresivo, que es la manifestación de lo eterno en lo durable, que viene de la eternidad para expresar la duración.
[1] E II, Definición V.

En el principio no hay nada más que composición al infinito de partes simples, por virtud del movimiento y del reposo, y entendimiento infinito que no puede dejar de hacer aquello que hace por virtud de la infinita satisfacción inmutable de su ser que es su obrar.

Habrá quien diga que en la materia, como expresión del atributo extensión, no hay pensamiento ni entendimiento alguno, que la materia es por virtud de las leyes que la determinan, no obstante, ¿en dónde ubicar esas leyes que la determinan si no es en algún entendimiento infinito?