martes, 9 de noviembre de 2010

ECONOMIA DE LA DICHA (I)





¿Por qué decimos que hay esencias que se expresan en la composición y complejidad de las existencias?
Porque la existencia, desde sus formas más simples como el helio o el hidrógeno, hasta sus formas más complejas, como el cerebro humano, no es aleatoria, es decir, no existe cualquier cosa de cualquier modo. Sólo existen aquellas cosas que expresan un orden infinito de perfecciones esencial, por lo menos hasta donde nuestro mundo nos lo demuestra. Sólo existen aquellas cosas que pueden ser esencialmente dichosas en nuestro mundo.
Existir no es otra cosa que poder alcanzar la dicha de la existencia, y perseverar en la existencia no es otra cosa que ser dichosos. En nuestro mundo esa dicha está hoy determinada por una infinidad de causas externas y existentes, distintas de las que hubo ayer y probablemente muy diferentes de las que habrá mañana.
Hay un quantum de dicha indispensable para que una esencia determinada pase a la existencia. Ese quantum de dicha se alcanza cuando partes externas y existentes se componen en idénticas relaciones características que las de la esencia que expresan. La dicha es composición, el pasaje de la esencia a la existencia es una composición dichosa o comunión entre partes externas preexistentes que expresan una esencia.
Hay también un quantum de dicha necesario para que una esencia persevere en la existencia, es decir, dure en un modo finito o criatura. Ese quantum de dicha es el producto de un cálculo diferencial (Leibniz) entre la potencia de su esencia dichosa comparada con la potencia de las causas externas y existentes que la afectan y determinan en su expresión, es decir, que la expresan o reprimen. El modo existencial de la esencia persevera en la existencia según un cálculo diferencial entre su propia esencia dichosa y las dichas o desdichas que la afectan en la existencia y que surgen de la confrontación con otras existencias.
La composición es dicha y la descomposición es desdicha, esto es así tanto para las formas más elementales de la materia como para las formas más sofisticadas y complejas de la vida.
Las estrellas son hornos gigantescos en los que se fragua la materia, todos aquellos cuerpos simples que nos componen en nuestras complejidades provienen de ellas y siguiendo un infinito orden de perfecciones dan origen a todo aquello que es y obra en el universo todo y en nuestro finito mundo. Helio, hidrógeno y polvo interestelar forman la mayor parte de las nebulosas, que dan origen a todo lo que es y obra en el universo todo.
Cada uno de nosotros somos criaturas de enorme complejidad en las que se repara cotidianamente la descomposición que implica la propia existencia (Ética II, postulado IV), la propia exposición a las infinitas afecciones de causa externa y existentes que nos afectan y determinan cotidianamente. Estas afecciones son sólo de dos tipos; alegrías y tristezas, frente al deseo que expresa nuestra propia potencia de existir. Las tristezas descomponen y dañan, las alegrías componen y reparan.
Si la descomposición dañina supera a la composición reparadora, las relaciones características (de movimiento y reposo) que nos son propias por coincidir con las de nuestra esencia dichosa, se alteran y nos transformamos más o menos paulatinamente en otra cosa que expresa cada vez menos a nuestra esencia dichosa, al ser que nuestra esencia pone en la existencia.
Si la composición reparadora (alegría, dicha) supera a la descomposición dañina (tristeza, desdicha), las relaciones características que nos son propias por coincidir con las de nuestra esencia dichosa, se fortalecen y perseveran expresando cada vez más absolutamente a nuestra esencia dichosa, al ser que nuestra esencia pone en la existencia. Igualmente, siempre nos transformamos más o menos paulatinamente en otra cosa.
Siguiendo a Heráclito, nunca somos los mismos, ni siquiera y muy especialmente en nuestros pensamientos. El asunto es si nos componemos en la dicha reparadora siendo cada vez más complejos, durables, reales y perfectos o si nos descomponemos en la desdicha siendo cada vez menos complejos, durables, reales y perfectos. Ese es el nudo de la cuestión existencial.
En el libro II de La Ética, definición II, Spinoza nos dice: “La esencia es aquello que puesto, pone la cosa y que quitado la quita.”
La esencia es la potencialidad de la cosa (no confundir con “posibilidad”), es su quantum o grado de potencia y esa potencia como universo individual de la cosa misma, implica un máximo y un mínimo. ¿Un máximo y un mínimo de qué?, de expresión de la dicha esencial en la existencia.
El mínimo de expresión de la dicha esencial en la existencia es la condición necesaria y suficiente para existir, o sea, la composición (dicha) de infinidad de partes de causa externa y existentes, en idénticas relaciones características (de movimiento y reposo) que las de la esencia que expresan.
Dos átomos de helio en el núcleo de una estrella, se repelen constantemente por su propia naturaleza, hasta que por virtud de su continuo movimiento y reposo, es decir, por virtud de la esencia de todo lo extenso, tres átomos de helio colisionan al unísono, esa es la condición necesaria para la expresión de la esencia del carbono. La expresión de la dicha esencial del carbono depende de la reunión instantánea de tres átomos de helio en el núcleo de una estrella. El carbono es por virtud de la reunión de cuerpos externos a él mismo y preexistentes en idénticas relaciones características (de movimiento y reposo) que las de la esencia que expresa.
Si no existiera la potencia de la esencia del carbono, es decir, su idea en Dios o en el orden infinito de esencias racionales (entendimiento infinito absoluto), los átomos de helio podrían colisionar de a tres unidades infinitas veces sin que eso compusiera nada más que helio en movimiento.
El máximo de la expresión esencial en la existencia es un proceso de composición y complejidad creciente (individuación) que expresa esencias cada vez más compuestas y complejas hasta alcanzar su máxima expresión existencial, es decir, la Naturaleza Naturalizada, de acuerdo a un orden infinito de perfecciones que corresponde a la esencia absoluta e infinita de Dios (Ética II, lema VII, escolio).
“A la naturaleza de la Sustancia le pertenece existir” (Ética I, proposición VII). Ella no elige aquello en lo que existe, hace con lo que hay lo más perfecto, siguiendo un infinito orden de perfecciones que es su propia esencia infinita.
Las matemáticas tienen algún sentido porque existe un infinito orden de perfecciones que ellas interpretan abstractamente. Ellas son la constatación misma de la existencia de ese infinito orden de esencias racionales, sin el cual, todo cálculo, toda ecuación matemática, se desharía en el sinsentido.
La dicha del carbono se expresa por la reunión de tres átomos de helio, pero la dicha o esencia del carbono no es la dicha o esencia de la Sustancia Infinita, si así fuera, a la naturaleza del carbono le correspondería existir, es decir, el carbono existiría por causa de sí y eso es absurdo.
El helio existe porque a la naturaleza de la Sustancia le pertenece existir, no porque a la naturaleza del helio le pertenezca existir; el carbono existe porque a la naturaleza de la Sustancia le pertenece existir, no porque a la naturaleza del carbono le pertenezca existir y así hasta el infinito.
La esencia del carbono existe en la esencia infinita de la Sustancia, en su infinito orden de esencias racionales o intelecto infinito absoluto, su idea es en Dios y porque es en Dios, es en la existencia. El carbono es en la existencia porque Dios tiene también la idea de la esencia del helio, es causa de la existencia del helio, que es a su vez, la causa de la existencia del carbono (Ética II, proposición IX).
Las cosas, los seres y los hechos, no son porque Dios o la Sustancia sea infinito, no son porque sean en Él que los pone o los quita a su antojo y voluntad, sino porque Dios o la Sustancia Infinita, tiene la idea de la causa adecuada y eficiente de todas las cosas y teniendo la idea de la causa de todas las cosas, las cosas son en Él y en la existencia, no por voluntad o contingencia sino por necesidad o compulsión de su causa eficiente, en Dios, entender y obrar son una y la misma cosa.
Dios no elije aquello que crea, hace con lo que hay lo más perfecto, siguiendo un orden infinito de perfecciones que es su propia esencia infinita o naturaleza, un infinito orden de esencias racionales e impersonales que las matemáticas expresan abstractamente.
En Ética II, proposición X, escolio, Spinoza nos dice; “no he dicho que Dios “pertenezca” a la esencia de una cosa singular, si así fuera, las cosas singulares podrían ser por causa de sí, he dicho en cambio, que Dios “constituye necesariamente” la esencia de las cosas singulares”, en tanto Él es un orden infinito de perfecciones, un orden infinito de esencias racionales que son la causa eficiente de todo aquello que es y obra en la naturaleza toda.
Esencia y existencia tienen algo en común, algo en lo que son una y la misma cosa y fuera de lo cual son cosas diferentes. Esencia y existencia comulgan en la dicha que las compone y expresa y difieren en la desdicha que las descompone, abstrae o separa. La ecuación que expresa toda adecuación es “esencia = existencia” y la ecuación que expresa toda inadecuación es “esencia ≠ existencia”. Las existencias abstractas, separadas de su esencia, son por causa de la desdicha, son existencias que no expresan su esencia dichosa, que no expresan aquella cosa que son y que no pueden componerse con nada, en tanto toda composición es expresión esencial y dichosa.

La individuación de la esencia y su potencia infinita.

La esencia es individual en el sentido que expresa un quantum o grado de potencia que le es propio, pero no es un individuo en el sentido que ella misma no expresa existencia alguna. Las cosas y los seres no son por causa de su esencia, son por la composición de causas externas a ellos mismos y preexistentes.
Así como a cada esencia, por pequeño que sea su quantum o grado de potencia, corresponden siempre conjuntos infinitos de partes externas y existentes, compuestos en idénticas relaciones características que las de la esencia que expresan. A cada individuo existente en acto corresponde una esencia que es efectuada por él, pero que no se agota con él, ni en él. Si así fuera, la desaparición de un individuo implicaría la desaparición de todos, en tanto “la esencia es aquello que pone la cosa y que quitado, la quita.”.
La efectuación de una esencia en la existencia produce un individuo existente en acto, pero no agota la potencialidad de esa esencia para ser efectuada infinitas veces más. La esencia es individual y también es infinita porque no pertenece a ninguna cosa singular, sino que las constituye necesariamente.
La esencia de “Pedro” es efectuada por Pedro mientras él existe, pero puede ser efectuada igualmente, de manera diferente, por infinitos “Pedros”, antes, durante o después de la existencia de Pedro, infinitos Pedros que podrán llamarse, Juan, Pablo o María. La esencia de Pedro no pertenece a Pedro mientras él existe, constituye necesariamente su esencia mientras él existe, pudiendo constituir la esencia de Pablo, Juan o María, antes, durante o después de la existencia de Pedro.
Si la esencia de Pedro perteneciera a Pedro, éste sería por causa de sí, lo que es absurdo. Las esencias pertenecen a la Sustancia Infinita y la Sustancia “no constituye la forma de las criaturas” (Ética II, proposición X) y ningún individuo agota la potencialidad existente de la Sustancia. Las esencias a pesar de ser individuales son infinitas y eternas.
El orden de las esencias es el orden de las ideas racionales, impersonales e infinitas tal cual son en Dios y en Él convienen todas entre sí. El orden de las existencias depende de infinitas causas externas y existentes que lo afectan de dichas y desdichas, expresando o reprimiendo la esencia dichosa. Su resultado es un cálculo diferencial del que surge la derivada temporal, la tasa de cambio en el tiempo o duración individual, siempre distinta para cada individuo.
Cuando alcanzamos la idea adecuada de Dios, que no es otra cosa que la idea adecuada del infinito orden de perfecciones o esencias racionales que constituyen su esencia infinita (entendimiento infinito absoluto), podemos comprender el orden de las existencias bajo la especie de la eternidad (entendimiento infinito en acto), es decir, de tal modo que comprendemos las esencias de todo lo que existe, o sea, aquello por lo cual todo conviene con todo en su dicha esencial y, al mismo tiempo, todo diverge con todo en su orden existencial.
Padecemos porque somos parte de la Naturaleza Naturalizada, que no se concibe por sí y necesita de las otras partes (Ética IV, proposición II), si accedemos a la idea de la Naturaleza Naturalizante (Dios o la Sustancia Infinita), no dejamos por ello de padecer pero logramos comprender el orden de las esencias en el cual todos compartimos la misma dicha esencial e infinita. Todos somos expresiones diferentes de una misma dicha esencial e infinita.
La composición a nivel existencial es transitoria y temporaria, dura, está sujeta al orden de los encuentros y las relaciones, aquello que hoy me compone, mañana puede descomponerme. La composición a nivel esencial es absoluta y eterna, porque se refiere a aquello que es esencialmente común a todo lo que existe, que es tanto en la parte como en el todo, es decir, la esencia dichosa.