Spinoza describe tres géneros del conocimiento, el primero es el género del conocimiento de las afecciones o de las pasiones, el segundo es el de las relaciones o razonamiento y el tercero es el de las esencias o sabiduría y beatitud.
Estos tres géneros del conocimiento no son entes teóricos o entidades abstractas, separadas de la existencia misma, son cada uno de ellos modos o maneras de ser y obrar en la existencia, es decir, modos de la existencia en acto. Implican una descripción del porqué actúan los modos existentes de determinada manera y no de otra. No hay manera de existir por fuera de estos tres géneros del conocimiento o modos de la existencia.
Los géneros del conocimiento de Spinoza, son sistemas, construcciones o composiciones de ideas, como cualquier conocimiento. Ellos mismos no son otra cosa, ni tienen otras cualidades, que las de las ideas que los componen. De acuerdo a las ideas que formamos en nuestra mente, es el mundo en el que transcurre nuestra existencia.
PRIMER GÉNERO DEL CONOCIMIENTO.
Las ideas del primer género del conocimiento, expresan al cuerpo como aquello por lo que ellas son concebidas, es decir, recibidas. Expresan las afecciones del cuerpo, del que son ideas, pero nada expresan sobre las causas de esas afecciones.
Estas ideas de nuestra mente son concebidas por las afecciones del propio cuerpo, son su efecto, dichoso o desdichado, expresan dichas o desdichas del cuerpo existente en acto. Dependen absolutamente de las afecciones o pasiones corporales, son ideas pasión o ideas afección (afecttio).
Para Spinoza, estas ideas son absolutamente inadecuadas, en el sentido que nada expresan sobre la naturaleza de sus causas. La adecuación (ad-ecuación) surge de una ecuación elemental y primera, causa=efecto, a toda causa le corresponde un efecto y, viceversa, todo efecto corresponde a una causa, lo adecuado o inadecuado de una idea está en relación con aquello que expresa sobre su causa.
En las ideas del primer género, causa y efecto se encuentran adheridos, pegoteados e indiscriminados. Sólo expresan al cuerpo como efecto de una afección, pero nada conocen ni pueden expresar sobre las causas de la afección del cuerpo del que son ideas. Sólo expresan la naturaleza del ideando, pero nada expresan sobre la naturaleza de la idea, ni sobre su causa.
Estas ideas son absolutamente finitas por su causa, desaparecen instantáneamente cuando desaparece la afección corporal o el cuerpo mismo del que son ideas. Es la gacela que huye por el olor o la visión del tigre, pero cuando el tigre no está, para ella no existe.
Las ideas del primer género, ideas afección o ideas pasión, sólo se pueden padecer, son afecciones pasivas. Expresan las afecciones del propio cuerpo, del que son ideas y que es su causa, pero nada expresan sobre las causas de esas afecciones. Provocan reacciones instantáneas ante la afección corporal, pero no hay en ellas nada que permita provocarlas o evitarlas, no hay memoria, ni registro de la propia existencia, más allá de la perseverante y persistente afección corporal instantánea. Las criaturas que existen en el primer género del conocimiento, viven un eterno aquí y ahora, sin idea alguna del pasado ni futuro.
En este estado de cosas, existir es padecer y dejar de padecer es dejar de existir (E V, proposición XLII, Escolio). Estas ideas son absolutamente corporales, pura emocionalidad o afección corporal sin racionalidad alguna. Las dichas y desdichas del primer género son absolutamente corporales, puro choque de cuerpos y asar de los encuentros, la carencia de racionalidad impide todo intento de organización de los encuentros en la existencia, el primer género del conocimiento es una cárcel inexpugnable de padecimientos, dichosos o desdichados, es la cárcel de la mismidad. A este género del conocimiento corresponden todas las criaturas cuyas mentes nunca acceden a la razón.
Las ideas del segundo género del conocimiento expresan las relaciones, como aquello por lo que ellas mismas son concebidas (recibidas), es decir, como su causa. Expresan relaciones de nuestro propio cuerpo con otros cuerpos (nociones comunes más particulares), de otros cuerpos entre sí y con la naturaleza toda (nociones comunes más generales).
Estas ideas surgen cuando la mente comprende la existencia de relaciones, como causas de las afecciones de su propio cuerpo, del que es idea, con los otros cuerpos existentes que afectan al suyo. Esta comprensión de las relaciones se expresa en las nociones comunes, nociones de relación o de comunidad de la propia existencia.
El concepto de “relación”, sustituye como causa al concepto de “afección” o padecimiento. No soy aquello que padezco, hay una relación que me hace padecer.
Estas ideas del segundo género son adecuadas, en el sentido que expresan algo sobre la naturaleza de sus causas, una relación, explicada por una noción común entre la idea y su causa o entre la idea y lo ideado.
Todas las ideas del primer género expresan las afecciones del propio cuerpo, por las que son concebidas, sólo expresan la naturaleza del cuerpo afectado pero nada explican sobre la causa de su afección ni sobre la naturaleza del cuerpo externo afectante.
Son absolutamente autorreferenciales, el mundo se explica por las afecciones que me produce. Todo aquello que afecta a mi cuerpo de dicha, es “bueno” y todo aquello que afecta a mi cuerpo de desdicha, es “malo”, nada expresan estas ideas sobre las causas de mi dicha, ni de mi desdicha, menos aún sobre la dicha y la desdicha en sí mismas. Estas ideas son absolutamente finitas, como el cuerpo del que son ideas.
Todas las ideas del segundo género expresan una relación del propio cuerpo, del que son ideas, con otro u otros cuerpos externos que lo afectan. Estas ideas son concebidas por una relación, incorporan algo más, implican la afección del propio cuerpo, como las del primer género, pero implican además una relación de mi cuerpo afectado con otro u otros cuerpos que lo afectan. Esa relación es una noción común, es decir, es la idea de algo que está en mí y está en el cuerpo externo que me afecta. Es la noción de una propiedad común a nuestro cuerpo y a los cuerpos exteriores, es la primera idea de comunidad o idea de lo común.
Con estas ideas se hace patente todo un mundo externo y se desvanece la cárcel de la mismidad, de manera gradual y paulatina, desde las nociones comunes más particulares que se refieren a mi cuerpo y a otro u otros cuerpos externos, hasta las nociones comunes más generales, que no necesitan incluir a mi cuerpo para ser comprendidas y expresan las relaciones entre cuerpos externos independientemente del mío.
Estas nociones comunes van de lo propio y particular a lo general y universal. Con ellas se inicia la racionalidad, como idea de las relaciones que vinculan a las causas con los efectos.
En tanto ideas de una relación, implican y expresan de algún modo, la naturaleza del cuerpo afectado (afección) y la naturaleza del cuerpo que lo afecta (causa). Aparece con ellas por primera vez en la mente alguna referencia a la causa externa de las afecciones del propio cuerpo.
Antes de ellas, la afección del propio cuerpo y su causa externa eran una y la misma cosa, absolutamente indiscriminadas e imposibles de discriminar. A partir de ellas, la afección del propio cuerpo del que son ideas y la causa externa que la produce, aparecen explicadas por una relación que las implica.
Las ideas del segundo género o nociones comunes son las primeras ideas de las causas externas de las afecciones del propio cuerpo. Con ellas la mente, como registro de las afecciones del propio cuerpo, se abre hacia el conocimiento de las infinitas causas externas de afección. El mundo aparece para la mente como las infinitas relaciones que afectan al cuerpo en la existencia. La aparición de este infinito mundo externo en la mente, sólo es posible por la irrupción de estas ideas del segundo género o nociones comunes, que se refieren al modo finito o individuo (nociones más particulares) y al modo infinito mediato (nociones generales y universales).
Con la idea de relación o noción común, quedan claramente delineados dos términos, que son precisamente los que se relacionan; aquello que padece (el propio cuerpo) y aquello que es causa de ese padecimiento (un cuerpo externo). Aparece con ellas la posibilidad de acción más allá del propio padecimiento.
Las ideas del segundo género son en principio particulares, es decir, son nociones comunes que se refieren a mi propio cuerpo, del que son ideas, y a algún otro cuerpo externo que lo afecta. Uno de los términos de la relación siempre soy yo, son ideas de mis propias relaciones con el mundo que me es más inmediato. Estas nociones comunes son finitas como lo es el cuerpo del que son ideas y sus relaciones.
Surgen de una afección instantánea y deberán hacerse durables para transformarse en afectos, es decir, en modos de pensar de los que derivan modos de obrar. Ese pasaje de la pura instantaneidad de la afección al afecto duradero, se da por la reiteración o repetición de la afección dichosa, o sea, por su perseverancia en ella. Sin pasión dichosa reiterada no hay pasaje de la afección (afecttio) al afecto (afecttus).
Las nociones comunes o ideas del segundo género, sólo se pueden formar a partir de afecciones dichosas, verdaderas afecciones de la esencia que es esencialmente dicha y que las reconoce y se expresa en su tendencia a perseverar y permanecer en ellas (potencia de existir), permitiendo que la instantaneidad de la afección se transforme en afecto duradero y en modo de pensar y obrar.
La transformación de una afección corporal dichosa (idea de primer género) en una idea relación duradera o noción común (idea de segundo género), es lo que llamamos conocimiento. El conocimiento es afectivo (afecttus), está siempre ligado a una dicha y por ella implica el pasaje a una mayor perfección o la expresión de un mayor grado de potencia.
Las afecciones desdichadas o tristezas no afectan a la esencia (esencialmente dicha) que jamás las reconoce, ni se expresa al respecto, sólo afectan al modo existente en acto que tiende a abandonarlas porque son causa de la inexpresividad de su esencia, potencia de existir o tendencia a perseverar en la existencia. De tal modo que las tristezas nunca abandonan su estatus instantáneo de afecciones o pasiones (E IV, proposición LXIV, demostración), nunca configuran verdaderos afectos duraderos, ni verdaderos modos de pensar y obrar. Ellas son permanente y perseverantemente defectos del entendimiento que producen entendimientos defectuosos, es decir, son ideas del primer género o ideas afección/pasión, que impiden toda acción eficiente y todo conocimiento y comprensión. La ignorancia es afección (afecttio), es un defecto ligado siempre a una desdicha que implica inexpresividad de la esencia (esencialmente dicha) y de sus grados de potencia, o sea, es impotencia esencial, impotencia de existir o de ser y obrar.
Si las afecciones desdichadas o pasiones tristes afectaran realmente a la esencia, es decir, si fueran de algún modo reconocidas por ella, eso implicaría que en la esencia hay algo de desdicha o tristeza conocida y eso permitiría la configuración adecuada, es decir, desde su propia esencia o por causa de ella, de criaturas desdichadas. Esto expresa, a mi juicio, una clara contradicción, ya que nada hay en la esencia de los seres y las cosas por lo cual éstos puedan ser destruidos y la desdicha es un modo de la destrucción o descomposición. Nada hay en la esencia de una cosa por lo cual pueda no ser. La existencia no es por causa de la esencia y cuando es desdichada, nada expresa de la esencia que permanece inexpresiva e impotente, sólo la existencia dichosa expresa a la esencia (esencialmente dicha) y a todo su gradiente de potencialidades.
Todo afecto de dicha implica expresividad de la esencia y afirmación en la existencia o potencia de ser y obrar.
Toda afección desdichada o tristeza, implica inexpresividad de la esencia e impotencia de existir o de ser y obrar.
Los verdaderos afectos, modos durables de pensar y obrar, son los afectos de dicha o alegría. Las afecciones desdichadas o tristezas, sólo parecen hacerse durables y configurar “afectos”. Su aparente duración (melancolía, depresión), no les pertenece, ni les es propia, sólo expresa la inexpresividad duradera de un afecto de dicha subyacente o la inexpresividad de una esencia dichosa y eterna.
Interrumpida la afección desdichada, el afecto de dicha subyacente se expresa nuevamente y la esencia se expresa en su dicha esencial. Toda tristeza puede ser removida de la existencia, porque detrás de ella siempre hay una dicha no expresada que la soporta.
Las afecciones tristes que impiden la expresión de los afectos y de las esencias, dichosos, nada son en sí mismas, más que un defecto o una carencia y no pueden por sí mismas expresar esencia alguna, ni configurar modo alguno de pensar y obrar, son pura impotencia, inefectividad e inexpresividad.
LA PARADOJA DE LA RAZÓN
El problema inherente al segundo género del conocimiento, por el cual, siendo adecuado, no es él mismo sabiduría ni beatitud, consiste en que es incapaz de evitar las ideas del primer género o ideas afección/pasión.
En este estado de cosas, coexisten las ideas del primer y del segundo género en una misma mente, esto permite que sometamos la razón (segundo género) a las pasiones (primer género).
En el segundo género del conocimiento, la razón dota a las pasiones de enorme efectividad, del mismo modo que la verdad dota a la falsedad de enorme verosimilitud.
Esto hace del segundo género del conocimiento, un modo de la existencia indispensable pero sumamente peligroso. Es necesario para acceder a la razón y a los modos eficientes de ser y obrar y de organizar los encuentros, pero no impide en sí mismo, la perseverancia y expresión de las ideas del primer género, ideas afección o pasiones, que cuentan en él con la enorme eficacia de los razonamientos o ideas adecuadas.
Las primeras ideas del segundo género a las que accede nuestra mente son las nociones comunes más particulares o menos generales, las que me tienen a mí como protagonista de la relación que es idea en mi mente y a algún otro u otros cuerpos externos que se relacionan conmigo. Son autorreferenciales, las más fáciles de formar y las más necesarias para la concreta subsistencia. Las dichas que producen las nociones comunes más particulares me tienen a mí como principal beneficiario y alcanzan a algún otro, siempre y cuando ese otro esté implicado en mi propia dicha.
Las nociones comunes inician el camino de la razón y los razonamientos, que es la capacidad de organizar los encuentros de la existencia en forma dichosa y en propio beneficio. Con ellas se pone en práctica una ética del auto interés. La irrupción de las nociones comunes, dota a las pasiones, que aquí no nos abandonan, con la enorme efectividad de los razonamientos.
Las ideas de segundo género, en tanto adecuadas y razonables, son fuente de afecciones dichosas y de buenos encuentros, pero no implican ellas mismas, ningún conocimiento de la dicha en sí, es decir, de la esencia dichosa, ni propia, ni ajena.
Implican en sí mismas una contradicción. Son fuente de afecciones dichosas de nuestro propio cuerpo en la existencia, pero no implican ellas mismas ningún conocimiento de la dicha en sí misma o esencia dichosa. Al no ser estas nociones comunes ninguna idea de la dicha en sí, nos afectan de dicha manteniéndonos ignorantes de la dicha misma. Paradójicamente la razón nos hace dichosos manteniéndonos ignorantes de la dicha en sí. Es por eso que las nociones comunes más particulares nunca nos satisfacen y pueden conducirnos al exceso. Implican ellas mismas placer, pero no implican dicha o júbilo (E IV, proposiciones XLII y XLIII, demostración). Esta es una característica del segundo género del conocimiento, que siendo adecuado, hace posible todas las desdichas que le son propias por la alianza de las pasiones con los razonamientos.
Implican la dicha de la existencia, de las partes que nos componen en la existencia, es decir, placer, pero no implican la dicha de la esencia o júbilo. Es en este sentido que las nociones comunes más particulares son absolutamente finitas, como finita es la dicha de la propia existencia.
El segundo género del conocimiento o género de las relaciones, es una estación inevitable en el progreso del entendimiento, pero, como la construcción del propio “yo”, puede atraparnos en un estanque en donde se detiene todo curso o devenir de la propia dicha y sabiduría.
Es territorio de sofismas, de inusitadas habilidades y artificios, que sostienen lo falso con enorme efectividad. Es reino de sofistas, criaturas de la cautela y del engaño, amos de toda la sofisticación.
Corresponde al “Reino de los Dioses” del Budismo Tibetano, lugar de la propiedad, del poder y de todos los privilegios, que ocultan con razonable eficiencia la impotencia y la herejía de todos los sectarismos y partidismos.
Las afecciones dichosas del segundo género surgen de la utilidad de la razón, son conocimiento de las relaciones en función de nuestra propia utilidad (ética del auto interés), sin ningún conocimiento de las esencias, esencialmente dichas comunes. Esto permite que el segundo género del conocimiento sea causa de desdichas.
Es muy fácil y por eso mismo muy habitual, detenernos y estancarnos en la formación de las nociones comunes más particulares, sin avanzar a las más generales o universales, porque ellas solas parecen hacernos dichosos.
“La poca ciencia, aleja de Dios…”
Los “Siete Pecados Capitales” del Cristianismo, son modos de la existencia regidos por las nociones comunes más particulares aliadas a las pasiones del primer género. El Dios de este género del conocimiento o modo de la existencia es, necesariamente, un Dios que condena los excesos. Tarea vana, porque los excesos son producidos por las mismas ideas que producen ese Dios. En este estado de cosas, ese mismo Dios será fuente de excesos, al ser producto del modo de la existencia que los produce.
Son las nociones comunes más generales o universales las que pueden rescatarnos de la trampa del placer y el auto interés, hacia la sabiduría, dicha esencial, beatitud o compasión. Estas ideas corresponden a la universalidad del entendimiento, que no está ligada a la finitud de mi propio cuerpo, pudiendo alcanzar la infinitud misma del modo infinito mediato al que se refieren y expresan. Si bien no son ideas de la esencia en sí (esencialmente dicha y eternidad), prefiguran y configuran las primeras ideas de alguna eternidad.
“…, mucha ciencia, acerca a Dios.”
Las nociones comunes más generales configuran el conocimiento universal que trata de explicar desde lo más pequeño a lo inconmensurable y que no se contenta con aquellas ideas que lo hacen dichoso, perseverando más allá de la finitud de las criaturas que lo producen, en la búsqueda de la idea de la dicha en sí, sabiduría, beatitud o compasión*.
*Spinoza no pronuncia nunca esta palabra, pero ella está implícita en todo su texto, como lo veremos en otra presentación titulada “La compasión en Spinoza”.
Estas ideas o nociones comunes universales, son infinitas por innumerables, como el modo infinito mediato al que se refieren y expresan, y son una primera manera de abordar las ideas en el modo eternidad. Las nociones comunes más generales o universales son las primeras ideas que expresan una “especie” o una “mirada” de la eternidad, ligada a la noción común (E V, proposición XXIX, demostración y Gilles Deleuze, “Spinoza y el problema de la expresión”, “Beatitud”, página 301).
La infinitud de las nociones comunes más universales, génesis del conocimiento universal, es causa de la imposibilidad de ser abarcadas por una sola mente. Nadie puede conocerlo todo.
Son las nociones comunes más generales o universales, las más difíciles de formar y las que nos acercan a las ideas del modo infinito mediato, es decir, a alguna idea del aspecto del universo todo, con respecto al atributo extensión y a alguna idea del entendimiento infinito y de la infinita satisfacción inmutable o dicha que de él emana, como expresión del atributo pensamiento.
Son ideas de las relaciones de los cuerpos más allá del propio, ideas de la composición de los cuerpos en sí mismos y entre sí, ideas de la composición de los cuerpos en la naturaleza toda e ideas de la composición de la naturaleza como un cuerpo único en sí misma y como expresión de una Naturaleza Naturalizante que es su causa.
Son ideas de la relación de las ideas o composición del pensamiento en la mente, ideas del propio conocimiento y del conocimiento en sí. Son ideas que expresan un entendimiento de sí y un entendimiento de todas las cosas y criaturas que son y obran en la naturaleza, ideas del entendimiento de la naturaleza toda en su conjunto y de la Naturaleza Naturalizante como causa (Dios del segundo género).
A través de estas ideas adecuadas o nociones comunes universales que expresan el entendimiento de sí y el entendimiento de todo aquello que es y obra en la naturaleza, nos aproximamos al conocimiento de la infinita satisfacción inmutable o dicha por la cual somos y obramos, todas las cosas son y obran y Dios mismo es y obra.
De este conocimiento al de las esencias, hay muy poco trecho.
Las nociones comunes más particulares o menos generales, si bien son adecuadas en tanto implican la idea de una relación que connota la idea de una causa, son ellas mismas muy parecidas a las ideas del primer género o ideas afección/pasión, son siempre autorreferenciales, buscan la afección dichosa sin reparar en desdichas, ni propias ni ajenas, que para ellas no existen y son absolutamente finitas, como finita es la afección dichosa que nos producen. Estas nociones comunes particulares nos conducen ellas mismas a afectarnos de desdichas o tristezas.
Aún las nociones comunes más universales, que expresan la composición y descomposición de nuestro propio cuerpo, de todos los cuerpos de la naturaleza y de la naturaleza toda en sí misma, pueden ellas mismas afectarnos de desdicha y tristeza, en tanto todas las nociones comunes son ideas de una relación, pero ninguna de ellas es idea de la esencia (esencialmente dicha).
Cuanto más progresamos en la formación de las nociones comunes universales, más se fortalece en nosotros la intuición de un deseo, de un amor y de una dicha. Un deseo de conocer cada vez más en la medida que conocemos y comprendemos adecuadamente, un amor por el conocimiento y por la comprensión en sí mismos y una dicha que se intuye de algún modo definitiva, absoluta y eterna. Se comienza a esbozar así el conocimiento intuitivo o del tercer género.
SABIDURÍA O BEATITUD
Las ideas del tercer género son ideas de la esencia en sí, es decir, son ideas de la dicha misma. Surgen de la propia esencia dichosa y expresan la dicha de todo aquello que es y obra.
Ya no comprendemos solamente la composición de nuestro propio cuerpo, la de todos los cuerpos existentes en la naturaleza y la de la naturaleza toda en su conjunto, ni comprendemos solamente las relaciones de los cuerpos con nosotros mismos y entre sí, sino que comprendemos la satisfacción inmutable o dicha que emana del entendimiento de cada uno de ellos, por el cual son y obran en la existencia.
Estas ideas ya no son infinitas, como las nociones comunes universales, son eternas por su causa, la propia esencia dichosa y son solamente tres; la idea de la propia esencia o idea del “yo”, la idea de la esencia de las cosas de la naturaleza toda y la idea de Dios o de la esencia de la Naturaleza Naturalizante.
Como todas las esencias convienen entre sí, son esencialmente dicha y una misma esencia en el atributo al que pertenecen, estas tres ideas son en realidad una sola, idea de la dicha, que se despliega y tiende, desde la propia existencia hacia todo lo que existe, es y obra en la naturaleza toda y hacia la Naturaleza Naturalizante o Dios, como su causa.
En este estado de cosas, las desdichas o tristezas, propias o ajenas, producen un cierto asombro y extrañeza. No porque no se las comprenda, absoluta y adecuadamente, sino porque comprendiéndose las dichas esenciales resulta asombroso ver acontecer las desdichas. Así como para quien conoce la verdad, lo falso resulta increíble.
A la idea que surge de la propia esencia, esencialmente dicha, le resulta extraña o extranjera la desdicha o tristeza, ya sea propia o ajena, por causa de su propio origen.
Hemos alcanzado el tercer género del conocimiento de Spinoza, la Sabiduría o Beatitud, que no es distinto de la Iluminación del Budismo Tibetano, ni del Estado de Gracia del Cristianismo y que creo se expresa más acabadamente con dos palabras, “Sabiduría” y “Compasión”.
Estas tres ideas del tercer género, ya no son conocimientos, infinitos por naturaleza e inabarcables, mucho menos aún son afecciones o pasiones, que no implican conocimiento alguno, son sabiduría intuitiva que surge de la máxima expresión de la propia esencia, esencialmente dicha, que derrama y comulga con la dicha esencial de todo lo que es y obra, hasta alcanzar la dicha infinita, eterna y original, que es su causa.
Si somos estrictos, aunque parezca arribarse a este género del conocimiento, se trata de un regreso a la dicha esencial y original, es un descubrimiento o desvelamiento de aquello que es innato y por eso mismo, absolutamente ignorado, cubierto y velado, por la existencia misma.
El tercer género de Spinoza es el triunfo del conocimiento sobre la ignorancia, de lo innato sobre lo adquirido, de lo esencial sobre lo existencial, como producto de un tránsito que es una verdadera prueba de resistencia de materiales, los materiales de nuestro propio cuerpo y “nadie sabe de lo que es capaz un cuerpo”. Sus capacidades son excelsas, “pero todo lo excelso es tan difícil como raro”. Así se despedía Spinoza en la última frase del quinto libro de La Ética.
Hay en las esencias comunión, todas convienen entre sí y ninguna puede destruir a otra, igual cualidad tienen las ideas esencia del tercer género. Llegar a conocer una implica conocerlas todas y la primera idea de la esencia en el modo eternidad, es la idea del “yo”. Como sucedió con las nociones comunes más particulares, éstas se inician a partir de mí, pero a diferencia de aquellas, no implican relaciones, ni se suman unas a otras configurando un infinito más o menos grande, que puede siempre ser mayor por su propia infinitud (modo infinito mediato).
Las ideas de la esencia, no son ideas de afecciones, ni de relaciones, ni de cantidades, son ideas de intensidades de una misma cualidad, es decir, son ideas de una sola y misma cosa, y se diferencian unas de otras, por grados de intensidad o grados de potencia. La idea del “yo”, es menos intensa que la idea de la esencia de las cosas de la naturaleza toda, que es menos intensa que la idea de la esencia de la Naturaleza Naturalizante o Dios, pero las tres ideas son esencialmente la misma.
Si hay entre ellas alguna diferencia, sólo se refiere e implica, diferencias de intensidad o de potencia, cualidad intensiva de la esencia en la que radica la particularidad o individuación de las esencias de modo.
Son en sí mismas un absoluto que sólo puede diferenciarse por matices de intensidad de una misma cosa, satisfacción inmutable o dicha. Como el ejemplo del “muro absolutamente blanco” que utilizara Gille Deleuze, esta idea del tercer género o idea de la esencia, implica en sí misma una infinidad de matices, matices del mismo blanco, que no pueden ser separados, ni abstraídos, ni divididos. Esta idea es indivisible por su propia causa, aunque comporta en sí misma infinitos matices de intensidad o de potencia.
Su indivisibilidad, su absoluto y su eternidad, nos conducen directamente a la idea de Dios o del “Ente absolutamente infinito que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita.” (E I, definición VI).
Cualquier conocimiento, como idea adecuada del segundo género, puede conducirnos hacia el conocimiento de la esencia o idea del tercer género. Todos los conocimientos o ideas del segundo género en su conjunto e infinitud, no son ellos mismos, ninguna idea de la esencia, por eso la erudición no es sabiduría, ni el conocimiento es comprensión.
Las ideas del tercer género expresan la esencia del ideando, su idea del “yo” o su entendimiento de sí, del que emana la infinita satisfacción inmutable o dicha de su ser y de su obrar, que comulga con la esencia, satisfacción inmutable o dicha de todo lo que es y obra en la naturaleza toda y nos conduce a la infinita satisfacción inmutable o dicha de la Naturaleza Naturalizante como su causa.
Todas las esencias convienen entre sí porque son esencialmente la misma cosa, infinita satisfacción inmutable o dicha de ser y obrar, esa es la comunión de las esencias. Se diferencian unas de otras como esencias de modos, de éste o de aquel modo existente en acto, sólo por una cualidad intensiva, grado de intensidad o de potencia, sólo en esto consiste la individualidad o particularidad de las esencias.
Siendo todas esencialmente dicha, sus modos existentes no pueden las mismas cosas. Los modos de ser y obrar en la existencia implican un gradiente de potencialidades, potencias de dicha o de satisfacción inmutable, potencias de perseverar en la existencia, ser y obrar, que es partículas para cada modo existente, tanto en su género o naturaleza como en su individualidad o particularidad.
La infinita diversidad de las criaturas que pueblan el mundo o la vida, expresa y explica ella misma, una única e infinita esencia dichosa, que implica para cada modo existente, un gradiente de potencialidades o gradiente de intensidades.
A mayor complejidad, mayor potencialidad dichosa, mayor capacidad de obrar y comprender, mayor sabiduría y mayor compasión. Es por eso que los seres más compuestos y complejos, pueden conocer, comprender, domesticar y criar a los seres más simples y no a la inversa.
Comprender por la esencia es comprender por la dicha, por la propia satisfacción inmutable, que no es esencialmente diferente de toda satisfacción inmutable o dicha existente.
Conocemos por nociones comunes o ideas de relación (segundo género) y comprendemos por comunión esencial o dichosa (tercer género), por eso conocer no implica comprender. Conocer implica la dicha de la utilidad de la razón, comprender es ser dichoso, es compartir la dicha propia y ajena, aún en la desdicha.
Nuestros mayores desafíos en la existencia, se nos presentan frente a aquellas cosas o hechos que llegamos a conocer pero que no podemos comprender. Ellos implican un defecto de nuestro entendimiento que explica una inexpresividad esencial, es decir, una imposibilidad de dicha.
Las dichas del tercer género son sus ideas mismas, en sí mismas virtud. En él nuestra esencia se expresa en su mayor grado de potencia y ya no es posible pasar a una mayor perfección, porque nos encontramos en la dicha misma de la virtud.
Estas ideas son eternas por su causa (la esencia), conocen y comprenden todo lo que es y obra en la existencia por su esencia misma, con la que comulgan y comparten su “propia” esencialidad dichosa.
Las ideas del tercer género del conocimiento o ideas de la esencia, inmunizan al espíritu de desdichas y tristezas, que no pueden padecerse en este modo de la existencia, ésta es la diferencia radical entre el segundo y el tercer género del conocimiento.
Así como la verdad es causa de sí misma y de todo lo falso (Ética II, proposición XLIII, Escolio), la idea del tercer género, idea de la dicha misma, es causa de sí y de todas las desdichas. Al ser causa de sí, es eterna y al ser conocimiento de la dicha como causa esencial de todas las desdichas, éstas no pueden padecerse (Ética V, proposición III y proposición XVIII, Escolio), tal como las falsedades no pueden engañar a quien conoce la verdad.
Las ideas del tercer género configuran aquello que Spinoza denomina “amor intelectual” y “nada se da en la Naturaleza que sea contrario a este amor o que pueda quitarlo.” (E V, proposición XXXVII, demostración.).
Las ideas del tercer género expresan al espíritu como aquello por lo cual son concebidas (recibidas), son la espiración o emanación de la “propia” esencia dichosa, que conviene y se compone con todo otro espíritu o esencia dichosa.
EL MIEDO A LA MUERTE.
El regreso a la dicha esencial, innata y original, crea la clara constancia de la propia existencia como tránsito o devenir. Concebimos (recibimos) a la dicha como origen y como oriente, y a la existencia misma como su expresión transitoria o duradera.
No es transitoria la dicha por virtud de la existencia duradera, es transitoria y duradera la existencia por la absoluta y eterna virtud de la dicha esencial.
En este estado de cosas, no se teme a la muerte, que no es otra cosa que la interrupción de la duración del tránsito existencial, cuya esencia eterna persevera en la dicha esencial de la que provenimos.
Todo aquello que comprendimos de este tercer modo del conocimiento en el tránsito existencial, persevera en la eternidad de nuestra esencia. La esencia se nutre de todas las intensidades que comprende, crece y se desarrolla en su esencialidad dichosa. Comprender, para la esencia, es aumentar sus grados de intensidad o potencia.
Aquello que la esencia comprende siempre se refiere a “otras” esencias de modo (otras criaturas), que la comprenden y componen en una mayor intensidad que persevera en ella misma eternamente. Las esencias que comprendemos se funden con la nuestra y en ella perseveran eternamente. Nada muere para la esencia, que se nutre y conserva en sí misma toda esencialidad.
Nacer es el pasaje de la esencia a la existencia, morir es el pasaje de la esencia de la existencia a la esencia en sí misma, un regreso al origen. Si nada hemos comprendido de este tercer modo en el tránsito existencial, nada queda para nuestra propia eternidad y la muerte es absoluta finitud, nuestra esencia está “vacía”, inefectiva, no efectuada. Nuestra esencia es esencialmente dicha, que se nutre y desarrolla con todas las esencias que comprendemos en la existencia y que en ella perseveran y permanecen para toda la eternidad (comunión esencial).
Sólo las ideas del tercer género son eternas y ellas configuran toda nuestra potencial eternidad.
Las nociones comunes universales o ideas del segundo género, son infinitas y como tales perseveran en la existencia como conocimiento universal, a disposición de las infinitas criaturas que existen y existirán, más allá de nosotros mismos y que como el universo todo al que expresan y se refieren, crean y recrean mundo.
ETERNIDAD, INFINITUD, DURACIÓN E INSTANTÁNEIDAD.
Las ideas del tercer género expresan a la esencia como infinita satisfacción inmutable o dicha emanada del entendimiento infinito del cual la esencia misma es expresión, expresan Dios en ellas mismas. En tanto expresan Dios, estas ideas son eternas.
Como infinitas son las nociones comunes universales (conocimientos), que expresan al modo infinito mediato al que se refieren. Como duraderos y finitos son los afectos que expresan los grados de potencia de la esencia dichosa en la existencia. Como instantáneas son las afecciones o ideas de primer género que expresan las pasiones, dichosas o desdichadas, de la existencia.
En el tercer género del conocimiento no hay nada más por conocer, porque sus ideas implican absolutamente aquello que buscamos en cada conocimiento, la dicha esencial.
El espíritu es el reposo en la esencia misma, que es inmune por su causa (esencialmente dicha) a todas las desdichas o tristezas, sobre las que tiende una “especie” o “mirada” de eternidad, en la que cabe toda la sabiduría, beatitud o compasión de quien comprende desde su esencia dichosa toda esencia existente, expresada y dichosa o inexpresiva y desdichada.
Sólo quien conoce las ideas del tercer género del conocimiento puede, fácilmente, abandonar todas las demás y reposar en la dicha de su espíritu con la plácida lucidez del conocimiento intuitivo.
Estas ideas son tan claras y distintas respecto de aquello que hay que ser y obrar, que no requieren proceso mental alguno, ni conocimientos previos, para conducirnos a ser y obrar adecuadamente. Su meridiana claridad y distinción se imponen sin proceso mental alguno y la idea misma es acción eficiente. Muchas veces, ni siquiera son ideas razonables, porque la razón implica un proceso mental de relaciones (ideas del segundo género). Tampoco son impulso o instinto, como la pura corporalidad e instantaneidad de las ideas afección/pasión (primer género). Se trata de la sabia, beata y compasiva eficacia del autómata espiritual.
Aquel que alcanza el espíritu, sólo reposa en él, nada necesita, nada pretende, “ya es dueño de todas las maravillas que se supone le acontecen” (Ética V, proposición XXXIII, Escolio.).-V